¿Sabes por qué como raíces?
No, ¿por qué?
Porque las raíces son importantes
La Grande Bellezza (Paolo Sorrentino)
"El tiempo todo lo cura" dice el refranero popular.
Falso: el tiempo no sólo no lo cura todo sino que en muchos casos empeora las cosas.
Y poniendonos fatalistas veremos que, al final, el tiempo todo lo empeora, pues nos traerá inevitablemente la muerte.
Y aunque la muerte puede que no siempre sea un evento negativo, sí es algo que nos da miedo. ¿Quién se atreve a decir que no le teme a la muerte?
La muerte es nuestro miedo primal.
Pero los refranes siempre encierran una parte de verdad- aquí sería la facultad terapéutica del tiempo. Sin el tiempo toda curación es imposible (es por esto por lo que los psicofármacos nunca pueden curar; actúan demasiado rápido).
Y hay veces en las que el proceso cicatrizante queda estancado o se desvía...
Hay novelas que uno se encuentra justo en el momento adecuado. O quizás hay un período de tiempo durante el cual uno está especialmente sensible a ciertos temas, y con algo de suerte -y un poco de ayuda- cae en sus manos el libro adecuado.
He aquí cuatro de mis encuentros más significativos.
"La historia interminable" o Todo es posible (aún)
Lo leía y releía obsesivamente como si fuese el único libro en el mundo.
Y es que así era, en ese momento para mí era el único libro, el mejor para evadirse por la intensidad de sus fantasías.
Segunda revelación. "La Náusea" o la sospecha.
Ya adivinaba ese sentimiento informe que habría de conocer unos años más tarde, pero que ya acechaba.
Y cuando llegó, apareció Celine que con su "Viaje al final de la noche" o Nada es como creía despojó a la realidad de todo disfraz.
Y una vez perdida la inocencia ya pudo aparecer Proust o el tiempo recobrado. Con el volví a escribir el libro de mi vida, llenándolo de matices que antes no hubiesen podido existir.
Proust fue un niño frágil y mantuvo toda su vida una relación muy íntima con su madre. (Alguién se preguntó una vez con ironía cómo era posible llenar cientos de páginas sólo para quejarse de que su madre olvidó una vez darle un beso de buenas noches.)
Comenzó tarde a escribir la novela que le haría inmortal y murió justo al terminarla.
Y aunque todo autor esta en su derecho de reclamar para su novela la etiqueta de ficción -cosa que Proust tambien hizo- esta novela es su mejor biografía posible. (A propósito de esto me viene a la memoria una cita que leí una vez: "Todos los caracteres que aparecen en esta obra son ficticios, pero tambien lo son los caracteres de la mayor parte de gente que conozco, así es que esta advertencia no significa nada".)
Al escribir -y al leer- uno siempre habla de sí mismo.
¿Qué buscaba Proust con tanta pedantería? ¿Lo encontró? ¿Era el miedo a la muerte que acechaba el que le impulsaba a seguir escribiendo? ¿O fue justamente el fracaso de su empresa, el hecho de no encontrar lo que buscaba, lo que le hizo resignar y morir?
¿Qué perdió Proust en ese tiempo que fue su vida que tuvo que dedicar la segunda parte de esta exclusivamente a buscarlo?
Quizás un sentimiento, un reconocimiento que no pudo obtener (y cuyo miedo a haberlo perdido para siempre le hizo ir mas allá, negándose a detenerse en lugares comunes).
Quizás buscase al padre; el gran ausente en su obra (y en su vida).
Puede que de haber seguido esa huella el tiempo recobrado hubiese tenido otro final.
Escribir comentario
Ramón (martes, 24 septiembre 2013 00:28)
Cuando al leer un libro me encuentro con muchas citas a otros libros, me suele venir a la cabeza una palabra que poco tiene que ver -semánticamente considerada- con este tema, pero que refleja mi repulsa a que me estén interrumpiendo los razonamientos para decirme quien ha escrito sobre algo similar o conexo. Prefiero que con un número me remitan a otro sitio, como el fin de la página, el epílogo del libro, etc., por si quiero ampliar.
Mi palabra es "citología". Aunque tenga poco que ver con la ciencia de las células y más con que se me inflama (itis) el sentimiento de rechazo por las interrupciones mencionadas como un coitus interruptus.
Cada vez que reflexiono sobre los libros que han influido en mi vida y/o los profesores que me han resultado sugerentes, tanto la bibliografía que he leído, como la cantidad de profesores que he tenido, se ve sensiblemente muy restringida. He tenido profesores sugestivos, pero estos me han frenado más que acelerado. Con los libros que he leído ha ocurrido algo similar. No todos me han resultado sugerentes.
Por lo dicho ante la pregunta ¿qué libro te llevarías a una isla desierta? He dudado si llevarme un montón de hojas en blanco para reflexionar y escribir, o escribir lo que pienso en la arena y que el mar me diga "¡hola! y "¡nada más!. Como si fuera una invitación a salir del a-isla-miento.
Parece ser que, para aprender y también para enseñar, tanto Jesucristo como Buda, incluso el Tribunal de las Aguas de Valencia, hayan escrito tan poco. De lo cual ninguno de los citados inferiría que la escritura no tenga valor, pero tanto los citados, como otros, han considerado como muy importante el valor de la palabra hablada. ¡Soy un hombre de palabra! Pero también escribo y leo al mismo tiempo que disfruto.
georgia (miércoles, 25 septiembre 2013 23:42)
Estimado señor Ramón,
por regla general (aunque debo confesarle que tengo que leerlos unas cuantas veces para entenderlos) sus comentarios me parecen sugerentes -y no sugestivos.
Esta vez, aun leyéndolo unas cuantas veces, he llegado a la conclusión de que, o bien usted no ha entendido mi artículo (que para su información trata sobre el placer de leer en general y el mío en particular. Y si es cierto que esto se podría hacer sin citar libros no lo es menos que lo lógico es citarlos.)
Puede que simplemente hoy haya tenido un mal día, le apetecía escribir unas líneas y no sabía a dónde ir con ellas. Si se trata de esto último quiero animarle sinceramente a que comience usted mismo a escribir un blog. Creo que no le faltará material.
un saludo.