El miedo primal

Cuando era pequeña tenía algunos miedos muy intensos.

 

Algunos de ellos, aunque han perdido en intensidad, siguen ahi; por ejemplo el miedo a la oscuridad. 

 

Otro miedo persistente y directamente relacionado con el primero, pues únicamente aparece de noche y cuando estoy sola, - además de ser absurdo - es el miedo a los fantasmas, a lo sobrenatural.

Supongo que, como la mayoría de los niños, de pequeña creía -o temía- en su posible existencia. En la infancia las creencias irracionales son aceptadas por el entorno como algo natural. En la edad adulta ya no, por lo cual confesar que le sigo temiendo a los fantasmas no me resulta facil. Sobre todo teniendo en cuenta que no creo en su existencia. La creencia en que puedan existir se ha disipado a medida que mi corteza frontal ha ido tomando la delantera.

 

No así el miedo.

 

A veces, cuando estoy sola, vuelvo a sentirlo.

 

Alguna vez me he propuesto resolver lógicamente esta aparente contradicción.

Me digo: ¿cómo se puede temer a algo en lo que no se cree?. Será que en el fondo sí crees en ellos (los fantasmas) me dijo una vez alguien.

 

Pero no, la pura verdad es que estoy absolutamente convencida de su no existencia.

Hace unos años, en la Documenta de Kassel, vi una obra que me  impresionó. El autor era Nedko Solakov y la obra se llamaba "99 Fears" y recogía, como su nombre indica, 99 miedos y ansiedades de la vida moderna.

Ya no me acuerdo de ninguno en concreto, pero despues de verla estuve una temporada obsesionada con el tema y entrevisté a todos mis familiares y amigos, intentando averigüar a qué temian.

 

La lista se hizo interminable; algunos miedos sonaban graciosos, otros parecían personales e intransferibles pero la mayoría eran absolutamente comprensibles, si no universales. 

Algunos de ellos: Miedo a caerse. Miedo a pasar hambre. Miedo a las arrugas. Miedo al cansancio. Miedo a la soledad. Miedo a los botones. Miedo al fracaso. Miedo al futuro. Miedo al abandono. Miedo a la sangre.

 

Las personas tendemos a proyectar nuestro miedo al exterior.  L.F. Celine lo describía brillantemente al hablar de una mujer que no salía nunca de su casa: "la vieja se había atrincherado contra el exterior, como si el frio, lo horrible y la muerte sólo pudiesen venir de alla afuera y no de uno mismo.

De su interior no parecia tener miedo, parecía estar completamente segura de su razón, como si esta estuvierse garantizada para siempre y de esto no cupiese ninguna duda". 

 

Pero el miedo está en nosotros. Esta en nuestro cerebro y está ahi desde antes del nacimiento.  Una importante estructura cerebral que lo subyace es la amígdala que se encuentra situada en el interior del lóbulo temporal.

 

El miedo tiene una función muy importante - nos avisa del peligro - y la ausencia de este puede ser perniciosa. Además el miedo es responsable en parte de otras emociones más sutiles (pero imprtantes para la vida en sociedad) como la empatía y la vergüenza, con cuya ayuda nos es posible movernos con más seguridad entre humanos.

Pero el exceso de miedo, como bien sabemos, tambien es problemático y molesto y tendemos a considerarlo uno de nuestros mayores problemas.

El exceso de miedo (hiperactividad en la amígdala y otros centros subcorticales a causa de experiencias negativas) se traduce en trastornos psíquicos como depresiones, ansiedad, fobias, sindrome de estrés posttraumático etc...

Al final creo haber resuelto el enigma del miedo a los fantasmas.

El miedo a la oscuridad y a la noche parece ser un miedo bastante universal, contra él la humanidad se ha defendido, por ejemplo, inventando la luz artificial. Sin luz somos mucho más vulnerables. Pero hoy en día, en nuestra sociedad occidental, más que estar expuestos a peligros externos, por la noche nos encontramos cara a cara con nuestros fantasmas. Y a falta de distractores nos veríamos obligados a enfrentarnos a ellos, a nuestros miedos existenciales.

 

Y ahi aparecen los miedos banales. Su función podría ser la de protegernos de otros miedos peores, más profundos e inevitables, al final de lo que yo llamo el miedo primal, el miedo de los miedos;

el miedo a la soledad y a la muerte.

 

Decía Lacan que no son los sueños los que nos protegen contra la dura realidad, sino la realidad la que nos protege de lo que hay de real en nuestros sueños, de nuestros deseos miedos o anhelos más profundos. En el sueño perdemos en parte la capacidad de inhibirlos y, aunque distorsionados, asoman la cabeza a la superficie: pero la vigilia siempre nos protege de seguir soñando.

 

Según Lacan la realidad es para el que no soporta los sueños.

 

La fantasia sería la realidad última; aunque distorsionada. (En este contexto los delirios -creencias irracionales- cobran otro significado)

 

Que las fobias simples -uno está tentado en llamarlas fobias absurdas, porque vistas desde fuera lo parecen, aunque no siempre- son una coraza que nos protege de algo más profundo lo habrán podido comprobar aquellos que, en medio de una terapia de conducta, (muy efectiva a la hora de tratar este tipo de fobias), se dan cuenta de que detrás de aquello que identificaban como su gran miedo se esconden miedos interminables y que puede ser una tarea sisifica dedicarse a tapar estos agujeros.

 

Al final del camino esta siempre el enfrentamiento con nuestra propia historia.

 

Esto nos produce miedo, pues intuimos que hay cosas que no podremos hacer desaparecer, sino que tendremos que aceptar.

 

Y es que el miedo -a la muerte- aunque trágico, es legitimo y los humanos no podemos vivir sin él.


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Comentarios: 6
  • #1

    Jose Luis (jueves, 10 octubre 2013 13:01)

    Hace unos años –o tal vez algo más- fuimos a hacer escuchas de cárabo al Montgó. Se suelen hacer en pleno invierno y a partir de las 12 de la noche. En el reparto de personal, me tocó un grupo de lo más variopinto en cuanto a edad y nivel cultural y, además, ninguno de ellos había participado jamás en una actividad de esas características. El juego consiste en internarse en el bosque y permanecer en silencio mientras el radio-cassette reproduce el canto de esta ave. Cada equis tiempo se detiene la reproducción para cerciorarnos de que un ejemplar real esté respondiendo al canto. Recuerdo que estábamos todos sentados en el suelo, al abrigo de un gran matorral, en la más absoluta de las oscuridades, cuando en un momento dado oímos detrás de nosotros un ruido muy particular. En ese instante, aguantas la respiración para escuchar con la mayor nitidez qué es ese ruido y de dónde proviene. A esas alturas de la película, muchos de mis acompañantes ya habían optado por hacer una piña y huir en estampida bovina. “Alguien” o “algo” manipulaba con ¿descaro? una bolsa de plástico, justo al otro lado del matorral. El revuelo era cojonudo y mis intentos por tranquilizarlos eran inútiles por completo. Resultó ser un erizo de montaña hurgando en una bolsa de basura……. aunque al parecer este simpático animalillo se había dedicado a hurgar, también, en nuestro oxidado instinto de supervivencia. (Parte I)

  • #2

    Jose Luis (jueves, 10 octubre 2013 16:42)

    Aahh ¡!!.....La corteza frontal. Se me ocurre que ese cacharrito tiene 2 velocidades: una, en la que la vigilia le permite imponer SU razón, nombrando comandante en jefe de la Caballería Sensorial a…….”La Vista”. En este caso las condiciones lumínicas del entorno nos son favorables –por que somos bichos diurnos- y le permiten a la corteza frontal “ir de sobrada”. La vista abastece al cacharrito de todo aquello que necesita. El otro caso es cuando no se dan esas condiciones y son los otros sentidos los que se ponen las pilas (oído y olfato básicamente) la corteza frontal se ve obligada a claudicar a favor de estímulos que aunque han estado todo el día ahí, adquieren ahora el aspecto de misteriosos, premeditados y amenazantes. Ante la falta de información visual, son los “fantasmas” (representación alegórica de una agresión inminente) quienes nos acechan en la penumbra. Pensaba también que el silencio absoluto no es natural…..De hecho, un alto grado de silencio en la Naturaleza es advertencia de que nos acecha un verdadero peligro. Podría ser que el propio silencio dispare nuestras alarmas. En cuanto a esos tipos que tiene miedo a los botones…….¿que quieres que te diga? Una mariconada propia de un capullo aburrido y con pelas. ¿Cuánto más pudiente se es, más exquisitos son los miedos de uno? Terapia aconsejada : somanta de collejas
    (Parte II)

  • #3

    Georgia Ribes Zankl (jueves, 10 octubre 2013 17:16)

    ah! la razón, se nota que todavía te domina lo bastante como para no entender que el miedo es irracional y que igual de legitimo es el miedo a los examenes que a los botones o al silencio

  • #4

    Jose Luis (jueves, 10 octubre 2013 18:08)

    ¡¡¡ Qué bonito ir por la vida con el comodin de la irracionalidad !!!

  • #5

    Georgia Ribes Zankl (jueves, 10 octubre 2013 19:14)

    JL tu eres más irracional de lo que te crees, ya lo irás descubriendo. El comodín es la ratio

  • #6

    Jose Luis (viernes, 11 octubre 2013 08:33)

    ¡¡¡ Por todos los diablos, es cierto !!!! Muchas gracias Georgia Ribes