Lenguajes alternativos

A la mayoría de los niños les gusta pintar.

 

Yo aprovecho esta querencia natural para romper el hielo y entrar en contacto con ellos: antes de someterlos a la -aburrida- batería de tests neuropsicológicos tengo por costumbre darles papel y colores y decirles que, mientras voy preparando los tests, vayan dibujando algo si quieren.

 

Al principio lo hacía sin ninguna intención pero, poco a poco, me fuí dando cuenta de que estos dibujos, que ellos pintaban sin presión y sin instrucciones, a menudo, decían mucho más de su interior, su persona y su situación que lo que ellos podían, o querían, verbalizar.

Es sabido que las palabras de los niños en general- y los traumatizados, ignorados o maltratados en particular- no suelen expresar lo que sienten, sino más bien aquello que creen que los adultos quieren oír: lo que han oido decir a sus padres, terapeutas, médicos o maestros. Además de la falta de vocabularío para los sentimientos les sella la boca la conciencia, profundamente arraigada, de que dependen de los adultos para sobrevivir.

 

El lenguaje pictórico, por el contrario, es más sutil  y suple a las palabras -sin comprometer- a la hora de expresar sentimientos que, por cualquier motivo, no son bienvenidos.

 

El primer dibujo libre que me llamó  la atención fué el de una niña con déficit de atención (que adjunto aquí). Tenía 10 años, pero era tan pequeña que los médicos le habían diagnositicado, además, un trastorno del crecimiento sin base orgánica - y que podía ser consecuencia de la negligencia materna en la que vivía desde hacía anos.

 

En la exploración neuropsicológica, más que su nefasto rendimiento, me llamó la atención su falta de interés por los resultados. Resolvía las tareas sin rechistar ni quejarse, pero era obvio que le importaba un pimiento el resultado.

Su cabeza estaba en otro lugar.

 

Del dibujo, la niña tan solo comentó que era su madre, primero sucia y despues limpia.

Hay una pelicula de Antonioni que se llama "El desierto rojo".

En ella vemos a Giuliana, una mujer traumatizada después de un accidente, que erra por un paisaje inerte en el que todo signo de vida parece haber sido erradicado por algún accidente nuclear.

 

Es el interior de Giuliana que, mientras tanto, se aferra a la ilusión de que un enamoramiento la salve de esta desolación.

 

Mientras tanto el hijo de Giuliana está en la cama, afectado de una paralisis, que Antonioni nos muestra como un intento desesperado del niño de llamar la atención de su madre.

 

En el universo desolado de Giuliana el niño no tiene lugar.

 

 

Cualquier esfuerzo es poco a la hora de llamar la atención de una madre ausente -como lo suelen ser las madres deprimidas o traumatizadas- y si el niño, a pesar de utilizar todas las armas de las que dispone, no consigue hacerse ver, la consecuencia puede ser que tire la toalla, que su alma expire, el suicidio psíquico.

 

Y si la cabeza de un niño esta ocupada en preocupaciones existenciales de esta magnitud, poco va a importarle su rendimiento en un test de inteligencia.

Los adultos no artistas vamos perdiendo poco a poco la capacidad de expresar nuestras emociones por medio del lenguaje pictórico. Y aunque es un proceso natural, y es absurdo hablar de culpables, la sociedad es en gran medida responsable de ello, ya que da primacia al lenguaje como medio de expresión. A medida que va aumentando nuestro vocabulario parece que vamos perdiendo la facultad de expresarnos por otros medios: de pronto nos encontramos frente a un papel en blanco y no sabemos que hacer con él.

 

Pero el leguaje pictórico no es el único rival de las palabras, hay otros medios de comunicación simbólica que las personas utilizan para dar rienda suelta a sus emociones: toda expresión artística, pero tambien nuestros patrones de comportamiento, nuestros sueños y hasta nuestros síntomas (psicopatológicos) se cuentan entre ellos.

 

La ventaja del lenguaje es que podemos controlarlo mejor: todo aquello que podemos verbalizar es, en potencia, más controlable -por ser más consciente- que aquello que permanece oculto.

 

Y el hombre tiene una necesidad innata de control.

 

La ventaja de los lenguajes alternativos es, como ya he dicho arriba, que permiten expresar sin compromenter; que nos sirven de catarsis, sin obligarnos a entender su mensaje. Pero al no entenderlo, no le hacemos caso, y como no le hacemos caso siempre vuelve.

 

Es por ello que la necesidad de crear, los síntomas (psicopatológicos) o los sueños - en cada persona prevalece un lenguaje distinto- son tan persistentes.

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