El psicologo social Jonathan Haid, dedicado a investigar sobre las bases psicológicas de la concucta moral utiliza, para explicar el motor de la conducta humana, el símil del elefante y el jinete.
El jinete vendría a representar en su modelo nuestra parte racional; el elefante los sentimientos, las pasiones.
El elefante se deja guiar por el jinete, pero sólo si este lo lleva por el cauce que él mismo va marcando. En el caso de que el jinete intente llevar al elefante en dirección opuesta, este se resistirá.
Hará falta una fuerza sobre-humana para seguir guiando al elefante.
Durante un tiempo esto puede ir más o menos bien pero llegará un momento en que el jinete tire la toalla y abandone, exhausto.
Entonces tampoco el elefante sabrá a donde ir y correrá en todas las direcciones, desorientado.
Las emociones son la base sobre la cual tomamos decisiones.
En 1991 el neuropsicólogo portugués Antonio Damasio sorprendió a la comunidad neurocientífica (ignorante o impertérrita ante teorías psicologicas y filosóficas más antigüas que ya habían llegado siglos antes a conclusiones similares, aunque por medio de técnicas hoy en día casi condenadas al ostracismo como la introspección o la autoobservación) con una teoría revolucionaria a la que llamó la teoria del marcador somático.
La teoría del marcador somático postula que a lo largo de nuestra existencia el sistema nervioso va formando asociaciones entre nuestras vivencias y los sentimientos que estas provocan en nosotros.
De este modo cuando volvemos a encontrarnos en una situación similar, se activa una especie de red de asociaciones entre el cerebro y el cuerpo (nudo en el estómago, aceleración del pulso, sudor); nuestro marcador somático.
Por ejemplo, si jugando con fuego me quemo, la próxima vez que vea el fuego se activará esta desagradable sensación y hará que sea más cauto. Como mínimo despues de haberme quemado unas cuantas veces. El recuerdo de la quemazón hara que me mantenga instintivamente alejado del fuego.
Cuanto más fuertes y estables sean estas asociaciones más fácil nos resultará tomar una decisión.
El jinete en principio no sabe hacia dónde tirar y es el elefante el que va marcando el rumbo.
Este proceso, en principio automático, es muy sensible a interferencias, sobre todo en los primeros años, en los que las asociaciones se están formando. Si alguien nos hace dudar de la autenticidad de nuestro marcador, es como si le dijese al jinete que la dirección que esta tomando el elefante es la equivocada.
En principio esto no suena negativo. El proceso de educar a nuestros hijos consiste en eso, en enseña al jinete a domar al elefante. Pero domar no es ignorar. Y el jinete y el elefante se necesitan mutuamente.
Si uno es educado para olvidarse del elefante su capacidad para decidir se verá seriamente mermada. Al no haber guia fiable -marcador- únicamente podremos orientarnos por lo que creemos que harían los demás o nos perderemos en una agotadora poderación interminable de pros y contras.
Y llegará un momento en el que el jinete, agotado, abandone las riendas. Entonces el elefante reaparecerá con toda su fuerza y dolor acumulado, vengandose por el olvido.
Me he acordado de este símil escuchando un programa de música. El autor del "Stolen Moments", Peter Rüedi, nos ofrece en su libro una selección de piezas de Jazz, de cuyo poder curativo está tan seguro que se atreve a afirmar:
"10 piezas con poder terapeutico. Advertencia: Si después de esto no se siente mejor, no hable con su médico ni farmaceutico, escuche "La marcha fúnebre" pues no cabe duda; es usted un caso perdido."!
En esta época saturada de libros de autoayuda dirigidos al jinete, me gusta saber que aun hay quien se acuerda de nuestro elefante. Por desgracia no he podido conseguir (aun) la lista.
Ahí os improviso una.
- Always with me always with you (Joe Satriani)
- Kind of Blues (Miles Davis)
- The Koelln Konzert (Keith Jarrett)
- The end (Zbigniew Preisner)
- Cello Suites (Bach)
-
Hallelujah (Versión de Jeff Burkley)
Y si escuchando esto derramais alguna lágrima ha quedado comprobado: Aun hay esperanzas.
"La música me ayudaba a ensimismarme y a descubrir cosas nuevas en mí: esa variedad que había buscado en vano en la vida, en el viaje, cuya nostalgia me hacía sentir no obstante aquella marea sonora y sus olas bañadas de sol que venían a morir junto a mí".
M. Proust
Escribir comentario
Ramón (lunes, 23 diciembre 2013 19:21)
Creo que la disonancia de la que hablas, no es como la Festinger entre pensamientos, sino entre conciencia (consciente) y sentimiento (sub consciente) ¿Me aproximo?
Yo añadiría otras alternativas al conflicto. Desistir de querer guiar la fuerza salvaje del elefante (domesticarlo en lenguaje orteguiano) y domesticar un caballo, subirse en él y guiarlo, o hacer con los sentimientos y/o con las convicciones morales, lo que hacen algunos con su "pepito grillo". Aplastarlo. Pensemos en la gente sin escrúpulos morales, en la política, los negocios, las relaciones sexuales etc. Aunque reconozco que entre el placer que produce hacer buenas cosas y malas hay una asimetría hedónica que está en cada uno de nosotros en diferente proporción.
Gracias por hacerme reflexionar.
Ataulfo Chango (viernes, 27 diciembre 2013 13:28)
MÚSICA: El jinete escucha y se emociona con las letras? y el elefante, se conmueve con la melodías y vibra con los ritmos?