Maggie Schauer, fundadora de la organización "vivo international", cuya finalidad es ayudar a niños y adultos multi-traumatizados, ha desarrollado, junto con sus dos colegas
Frank Neuner y Thomas Elbert, un método terapeutico llamado "Terapia de exposición narrativa".
Vivo international trabaja con refugiados.
Un refugiado es una persona que busca acogida en un país por haber tenido que salir huyendo del suyo a causa de conflictos bélicos, persecuciones o hambre. Una persona que marcha de su país para mejorar su situación financiera no se considera un refugiado.
Muchas veces, los refugiados, ya de por si traumatizados por los conflictos de su país, sufren durante la odisea que les lleva al país salvador vejaciones y sufrimientos que llegan a ser peores (o iguales) que los que les llevaron a marchar.
Recordemos que un trauma es una experiencia negativa extrema que amenaza la integridad física y/o psíquica de una persona al superar sus recursos de afrontamiento.
Schauer reclama para estas personas una terapia, como se suele decir hoy, fundada en la evidencia, a la vez que advierte del error que supondría patologizarlos -¿diagnosticarlos?-, pues:
"equivocado no está aquí el ser que sufre, sino el sistema que le persigue y la injusticia que en él se comente".
En la misma revista en que aparece este artículo hay otro sobre los llamados "transtornos de la regulación emocional" en bebes.
Un grupo de investigadores ha llegado a la conclusión de que estos trastornos deberían considerarse trastornos de la interacción. La explicación: un bebe carece prácticamente de estrategias para regular su comportamiento (calmarse) por lo que depende casi absolutamente del adulto para ello. Si este, por falta de sensibilidad, por problemas personales, por falta de tiempo, o por cualquier otra causa, no es capaz de ofrecerle esta protección, el bebe se defenderá con uno de los pocos recursos que tienen a su disposición: chillar.
Resultado: Bebes chillones.
Aunque peor que chillar es resignarse; un bebe resignado ha dado un paso más allá. Ha tirado la toalla por lo que respecta al mundo bueno. Pues chillar todavía implica albergar esperanzas.
Y es que lo que para un adulto puede ser una bagatela, para un bebe puede ser un trauma.
Siguiendo con la misma revista; un artículo que trata sobre la búsqueda, todavia sin frutos, de una causa genética de los, desde mayo conocidos como "Trastornos del espectro autista" se apunta, como quien respira aliviado por haber dejado atrás una idea descabellada, que hubo un tiempo en que el autismo se atribuyó al hecho de tener una madre fria.
¿Qué tienen en común estos tres artículos?
Los dos primeros se diferencian del tercero en la tímida crítica que hacen al paradigma científico dominante, que busca la causa de la enfermedad psíquica en el afectado.
No, dice Schauer, el que esta enfermo no es el refugiado (aunque si que es el que carga con los síntomas) sino el sistema. La sociedad.
No, dicen los psicologos que trabajan con los bebes chillones; no es que los bebes tengan un temperamento insufrible, es la interacción la que falla -no siempre, tambien hay a veces causas orgánicas.
Y ahí llega el tercero y vuelve a sacudir la responsabilidad al entorno. No, las madres no tienen que ver. Son los genes.
Estoy de acuerdo. En el caso del autismo a menudo el ambiente no parece ser determinante. Hay niños que desde un primer momento y a pesar de estar bien cuidados no establecen contacto con los padres -para desesperación de estos- como tampoco parecen interesarses por las personas en general, al contrario parece que estas les crean más inseguridad que los objetos inertes.
Pero; los trastornos del espectro autista no se limitan a estos casos. Pretenden incluir a muchos otros, en los que la independencia del ambiente no esta para nada clara.
Lo primero que estos neurocientíficos actuales ignoran son clásicos experimentos como los de Rene Spitz en los años 50. (Actualmente existe un proyecto que ha llegado a conclusiones similares el llamado Bucharest early intervention project)
Spitz observó, en niños internados en orfanatos en los cuales por falta de personal, de sensibilidad y creencias pedagógicas erroneas, tan sólo se les cubrían las necesidades básicas, pero no se les tranquilizaba, ni se les daba el contacto físico necesario una conducta a la que llamó "hospitalismo". Se trata de una conducta, típicamente autista, de autoestimulación (mover el cuerpo repetidamente hacia delante y hacia atrás) que muestran los niños -incluso los completamente normales - cuando en una situación de necesidad no disponen de un adulto que les tranquilice (o este no lo hace de la forma adecuada).
Conclusión la tesis de la madre -o padre o educador- fria
(ausente o impredecible) no es, en algunos casos, tan descabellada (esto lo intuirá todo clínico que trabaje con niños y extienda su mirada más allá de los síntomas), pero claro hay que matizar. Y matizar es farragoso.
Además, aceptar que los padres tienen algo que ver en los síntomas de un niño no le gusta a nadie; ni a los médicos que deberán increpar a los progenitores, ni a los progenitores, ni más adelante a los propios afectados, que preferirán vivir con una biografia distorsionada antes que cuestionar su biografía.
Alice Miller ya dijo que el cuarto mandamiento "Honrarás a tu padre y a tu madre" es uno de nuestros últimos tabus; ante todo hay que librar de responsabilidad a nuestros padres. Los cuales no son, evidentemente, responsables de todo lo que nos pasa, pero tampoco están completamente libres de responsabilidad.
No es mi intención mandar a los padres al tribunal.
De hecho, en mi opinión, la máxima psicoterapeutica que dice que "uno debe asumir la responsabilidad sobre sus actos" es uno de los ejes de mi trabajo. Pero claro, una cosa no quita la otra y que uno asuma resposabilidades ahora no entra en contradicción -y esto lo olvidan muchos psicoterapeutas- con que al mirar atrás se de cuenta que de pequeño no la tenía.
Y por lo que respecta a la ciencia; el moralismo no la va a hacer avanzar. Si los científicos no se libran de tabús a la hora de investigar es que no los mueve el espiritu científico. Pues en mi opinión un científico, aunque sea consciente de que no la va a encontrar, debe intentar buscar la verdad.
Freud, cuando comenzó a tratar a las damas "histéricas" de la alta burguesia vienesa se tropezó con innumerables casos de abusos sexuales en la infancia (lo cual lo llevó a atribuir a la sexualidad el papel prodominante en el desarrollo de las neurosis). Al comienzo dió crédito a estas historias, pero -según la versión oficial- llegó un momento en el que pensó que no podía ser que hubiese tantos casos de abusos sexuales, por lo que dejo de creer en los relatos de sus pacientes y cambio la teoria, esta vez atribuyendo los abusos a fantasmas provocados por los deseos inconscientes e inconfesables de incesto de sus pacientes: así nació el famoso complejo de Edipo (o electra).
Alice Miller le acusó de ser un cobarde y traicionar a sus pacientes al no atreverse, en honor a lo que veía en la consulta, a romper con el tabu del cuarto mandamiento.
Nuevos documentos encontrados en el archivo de Freud parecen probar esta tesis.
Freud se acobardó y prefirió creer que se trataba de fantasias.
El miedo es un mal consejero, sobre todo para un científicos.
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