La oveja negra

Se ha perdido una oveja negra.

(...)

es la misma oveja oscura que de noche

no se ve bajo los rayos de la luna

es la misma que se atora en el rebaño

Es la misma que anteayer maldijo el cura.

(...)

Ahora ves, cuanto hay de triste en estos años

porque el padre, por su boca la maldijo.

 

Silvio Rodriguez

 

Hay pocos sentimientos que duelan más que el de ser excluido.

 

Aunque hoy en día tenemos la sensación de ser autosuficientes y, gracias a las redes sociales, no necesitar el contacto directo con otras personas, el ser humano es un ser social y necesita al grupo para la supervivencia. Y la exclusión, aunque sea voluntaria, provoca malestar.

 

En el momento en el que nos aislamos, y perdemos el contacto directo con nuestro entorno, nuestro sistema nervioso se pone en modo alerta: aparecen el miedo, el insomnio o la paranoia. El motivo es sencillo y auténtico: si no hay un grupo que nos proteja estamos indefensos, y no podemos despistarnos. Tenemos que estar alerta.

 

La fatiga puede ser, para el individuo, el resultado a medio plazo. Fatiga por esta hiperactivación simpática (la parte del sistema nervioso autónomo responsable de mantenernos alerta).

 

Pero para la sociedad tambien puede haber consecuencias.

 

Se podría alegar que hoy en día no tenemos porque defendernos de nada; nuestra sociedad occidental es -de momento- bastante segura.

 

Esto, además de ser una ilusión (la situación politica y social puede cambiar de un momento a otro) apenas tiene influencia en nuestro cerebro, dominado por zonas filogeneticamente más antiguas que funcionan con sentimientos y no con razones. 

 

El cerebro no evoluciona al ritmo de la cultura.

 

Celine en su Viaje se sorprendía de una vieja que se había encerrado en su casa y roto el contacto con todo ser humano.

 

La describía así: "solamente contra lo exterior, contra lo de afuera, se había atrincherado la vieja.  Como si el frio, lo horrible o la muerte solo pudiesen venir de allí. A su interior no parecía temerle. Parecía completamente segura de su razón, como si tuviese un sello de garantía y fuese algo de lo que no cupiese ninguna duda".

 

Hay siempre una razón para que alguien llegue a autoexcluirse de la sociedad de este modo. Rechazo, decepciones, malas experiencias que se suceden... Al fin llega una gota que colma el vaso y la confianza básica, necesaria para estar entre los otros, se quiebra para siempre.

 

Entonces la solución más lógica es borrarse del mapa. O borrar al enemigo.

"Tenemos que hablar de Kevin" es un libro que se puede leer como el intento -retrospectivo y desesperado- de una madre de entender porqué su hijo parece haberse convertido en un psicópata.

 

Tambien puede leerse desde el punto de vista del hijo; el intento desesperado y radical de que su madre lo quiera y lo acepte.

 

Una persona herida en lo más profundo de su ser, en su confianza básica, puede ser, además de un ser condenado a la tristeza y la amargura, una bomba de relojería. Además, la necesidad de creer en la propia realidad es, al no ser compartida, condición sine qua non, para no volverse loco.

Esto convierte a los excluidos, a menudo, en seres obstinados y aparentemente muy seguros de sí mismos. Carismáticos.

 

Si a alguien así -carismático y rabioso - le toca vivir en un Zeitgeist en el que la falta de perspectiva, la decepción o la desespezanza predominan, puede ocurrir lo que ocurrió en la Alemania de Hitler o en la Rusia de Stalin; que se convierta en el lider. El resto es conocido.

 

Hay una conexión directa entre la educación -emocional- que damos a nuestros hijos y el curso de la historia. Al que le interese el tema puede ver "La cinta blanca" de Michael Haneke.

 

La oveja negra puede ser peligrosa, pues no tiene nada que perder.

 


Escribir comentario

Comentarios: 1
  • #1

    juan luis (martes, 03 junio 2014 09:12)

    ¿Quien tiene problemas con el carisma y con los "lideres" carismáticos por aquiiiiii ?