La mirada del otro

"Algo así como como un bebe no existe" decia Winnicott refiriendose a que es imposible imaginar un bebe sin su madre. Ambos forman una unidad y si falta la mirada de la madre, el "alma" del bebe no se desarrolla.


Pues el alma no está en el cerebro, como proclaman los científicos, el alma ocurre entre las personas.


Sin la mirada del otro no somos nadie. Literalmente; dejamos de existir.



 

"Así ha sucedido; soy yo el que me veo entre cuantro velas, que proyectan fantásticas sombras en la habitación y que es lo único que me distrae en esta soledad; tengo los brazos rígidos a lo largo del cuerpo; en las mangas se me han hecho algunas cortaduras (entre la gente del pueblo y pobre que viste a los muertos, existe la costumbre de hacer estos cortes con una tijera en la ropa cuando está en buen estado, pues creen que es la manera de hacerla respetar a los violadores de supulturas, que en otro caso se apoderan de ellas para usarlas o venderlas en las prenderías), lo mismo que en el pantalón, por las que asoma el blanco de la camisa y el calzoncillo. Un pañuelo negro, que seguramente subió la portera, oprime fuertemente mi mandíbula y deja marcada una raya en el pelo, que tengo algo crecido; seguramente lo puso para que no se desarticulara mi mandíbula y no me desfigurara; para mi es un tormento; varias veces he intentado chillar, abrir la boca; pero este pañuelo parece de hierro, me oprime con tal fuerza que me impide hacer cualquier movimiento; la lengua la tengo seca, como de papel, y siento las venas de mis sienes hacer tic-tac al compas del viejo reloj de caja alta que tiene un ventano tapado por un cuero por el que se asomaba a cantar un gallo al dar las horas; su pédulo daba de vez en cuando en los costados de la caja con un ruide seco parecido a los huesos de una calavera muy pesada. Los ojos los tengo cerrados, pero veo tan claramente la habitación como cuando tenía vida.

Los balcones están abiertos de par en par y corridas las persianas; de vez en cuando llega distante hasta mí el ruido de las ruedas de algún carro o el taconeo de algún transeunte sobre las losas. Lo que más me inquietaba y me producía verdadero horror es el no oír los pasos en toda la casa; parecía estar desierta, nadie me velaba, se habían olvidado de mí; una mosca se posó en mi mano y la recorrió durante un largo tiempo; yo la notaba, pero ella hacía su recorrido sin la menor preocupación sobre una cosa inerte como una mesa, un trapo; sentía muy cerca el olor de los cirios, que chisporroteaban, y que con el viento que entraba por los balcones, daban siniestros bandazos a lo largo de las paredes, y creía adivinar a través de los cristales de una vitrina pintada de negro, cuyos estantes estaban llenos de figuras góticas de maravillosos policromados, la sonrisa burlona y casi humana de una virgen primitiva a la que yo tenía gran cariño, con la cara muy brillante y blanca como un clown; era la única nota pesimista entre tanta tristeza; corría la cera y caía en gruesas gotas sobre la alfombra con un ruido seco y desagradable; de pronto, el viejo hizo que rodara un candelabro hasta mi caja; sentí el terrible pánico de ser quemado, quise gritar, pedir socorro, pero fue en vano; ni un grito salió de mi garganta; quise mover mis brazos, pero fue inutil: estaban rígidos; hice un supremo esfuerzo por incorporarme, pero no pude conseguir ni moverme una linea; la luz fue disminuyendo por momentos; sólo veía pequenas lucecitas por el techo, parecidas a las estrellas; luego nada, estaba muerto..."


La España negra. José Gutierez Solana.


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Comentarios: 1
  • #1

    Una madre (martes, 02 diciembre 2014 16:31)

    A diferencia de otras veces, hoy con este artículo veo que estoy más bloquedada de lo que creía, porque a diferencia del autor del texto citado, yo no soy capaz ni de escribir una línea para describir el estado de desesperación que experimento ante mi soledad. Le envidio, la verdad. Envidio que en esa inexistencia sea capaz de crear ese poema supremo. Muy a menudo la soledad es inspiradora y puede ser la impulsora de muchas grandes obras, lo que no es mi caso para nada.
    Sin embargo, ha sido revelador descubrir que gracias a la mirada del otro sentimos que existimos. Ahora mi duda es, ¿Quién es ese "otro" que nos hace sentir que existimos? Por lo visto con la mirada de mi hijo no tengo esa sensación de existencia. Es más muchas veces me siento más triste si cabe de estar los dos completamente solos. Creo que esto es terrible, ¿no debería bastarme con su mirada? ¿Qué mirada será la que busco?