"El hombre de la catástrofe carece de destino, carece de cualidades, carece de caracter.
Su horrendo entorno social lo atrae con la fuerza de un remolino vertiginoso, hasta que renuncia a oponer resistencia y el caos brota en él como un geiser de agua hirviente. A partir de ese momento el caos se convierte en su hogar. Ya no existe para él el regreso a un centro del YO, a la certeza sólida e irrefutable del Yo: es decir, se ha perdido, en el sentido más estricto de la palabra "
Hace unos días me acordé de esta cita -creo que es de Cioran. Conocí a uno de estos hombres de la catástrofe, aunque más bien debiera decir niño, pues apenas tenía 17 años.
Su padre -que a su vez fué maltratado física y moralmente por su padrastro- nunca había querido tenerlo y le humillaba y ofendía constantemente.
El punto algido de la relación entre ellos-y puedo imaginar que de la vida del niño- ocurrió cuando, a la edad de cinco años, el padre, incapaz de soportar alguna rabieta típica de esta edad, le llevó al baño y le metio en la bañera con agua hirvendo.
Puede que el niño hasta ese momento hubiese podido encontrar algún tipo de sentido a las humillaciones y agresiones sufridas. Pero esto era algo premeditado. El padre le había hecho daño a conciencia.
Es difícil construir una biografia retrospectivamente y con tan pocos datos, pero como decía Proust, hay meses en la vida que no tienen ninguna importancia, que sobran, y luego hay minutos en los que todo se decide.
A partir de ese momento este niño se convirtió en un hombre de la catástrofe.
Al poco tiempo de ocurrir este episodio el niño sufrió lo que los psicólogos llaman una regresión, es decir, perdió muchas de las facultades que hasta el momento había adquirido. De
pronto no sabía ir en bici, ni nadar, ni comer o beber sin ayuda. Tuvo un ataque epiléptico.
La mayoria de estas funciones las fue recuperando, pero le quedó una incapacidad selectiva para aprender y recordar. Una amnesia anterograda. En el colegio fue incapaz de aprender, o aprendía y olvidaba lo aprendido al poco tiempo.
Su cuerpo estaba en el aula, pero su mente estaba en la guerra. Preparándose para ella.
Los numerosos test de inteligencia que se le aplicaron desde el momento en que comenzó a ir a la escuela siempre mostraban el mismo resultado: retraso mental.
Sin embargo conocía a la perfección todos los personajes y tribulaciones del señor de los anillos y aprendía sin problemas las canciones que le gustaban.
Lo que nunca olvidó -me lo dijo el mismo- fue el trauma (aunque el nunca lo hubiese llamado así).
No lo olvidó, pero lo habia perdonado, a su padre.
¿Cómo se perdona eso? -quise saber-.
Lo habia entendido, pues ahora tambien él odiaba a los niños. No soportaba su presencia. Le ponian muy agresivo...
Para seguir viviendo con ese episodio en su biografia acabó identificado con su padre.
Èl se había perdido.