Sexus

Erase una vez una niña de tres años que vivía en un barrio marginal.

No tenia padre y su madre trabajaba de prostituta. Una noche se despertó y vió como su madre era acuchillada por un hombre. El hombre se marchó y la niña se quedó sola en casa, con su madre muerta.

Varias horas después fué rescatada por la policia.



Años después, el psiquiatra que se ocupaba de ella observó que la niña persistía en repetir siempre el mismo juego; para empezar éste debía tumbarse en el suelo. Ella se acercaba a él e iba dando vueltas a su alrededor... le acariciaba la cara, le sacudia, le traia una galleta -el debia permanecer quieto- y finalmente se acostaba encima de él y permanecia allí un rato hasta que daba por terminado el juego.


Después de haber jugado muchas veces, el juego terminaba con la niña llorando.


Y al cabo de un tiempo dejó de jugar a ese juego.


A esta conducta en psicología se la llama reescenificación del trauma.

Un trauma es un lugar sin palabras, un agujero en la conciencia, un espacio no verbalizable.

 

La fuerza movilizadora de este espacio vacio y tan cargado emocionalmente puede ser potente que llege a dominar la vida del individuo, empujandole a repetir siempre la misma conducta o situación.

 

Pues el trauma chilla por salir pero al carecer de lenguaje no puede ser reflexionado con lo cual se repite a modo de eterno retorno.

 

La falta de palabras es el motivo principal por el que un trauma acaecido de niño dominará en mayor medida la conducta del adulto. El niño no puede verbalizarlo. El espacio vacio para el trauma es mayor.

 

El sexo tambien es un lugar sin palabras.

 

En los humanos, a parte de ser un instinto animal y servir a la procreación, el sexo es un lugar idoneo para simbolizar espacios silenciados.

 

El sexo es además de instinto símbolo, tiene un lenguaje propio y personal y las infinitas variantes que toma en los humanos dan prueba de ello.

 

Entre las prostitutas -que se dedican libremente a la profesión- hay un gran número de ellas que han sufrido abusos sexuales de niñas. La tendencia a la repetición de esta experiencia traumática en la vida adulta tiene la ventaja de que esta vez ellas tienen el control -manejan el marco- y la sensación de control para alguien que lo perdió de una manera brutal de muy joven es vital.

 

La posición del misionero podría ser un símbolo de la dominación de la mujer por el hombre.


La impotencia podría simbolizar una sensación profunda de insuficiencia.

 

La pelicula "Im Keller" de Seidls muestra como tendencias masoquistas o sadistas pueden ser integradas en una relación si los partenaires se complementan y lo aceptan como un juego en el que los límites están establecidos. Gracias al control, el miedo puede transformarse en placer. Ese es otro aspecto curioso del sexo; la simbolización puede ser compartida. Entre dos o más personas.

 

Y es que reescenificar una experiencia traumática libera de tensión.

 

Y el sexo, en los humanos, es mucho más que un instinto, es también un lenguaje.

 


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