Honra a tus superiores

En el relato de Kafka "En la colonia penitenciaria" han condenado a un rebelde. Su delito es el de todo rebelde: ha desobedecido a sus superiores. La condena es, como procede en estos casos, pedagógica: con ayuda de una máquina perversamente diseñada por un superior se le tatuará su falta en la piel.

 

Sorprende la pasividad con la que el condenado acepta su castigo.

 

El tatuaje dice: HONRA A TUS SUPERIORES.

 

La condena no provoca la muerte inmediata del infractor. Durante las primeras seis horas, el condenado se mantiene vivo y sólo sufre dolores. Después de dos horas, se le quita la mordaza de fieltro; ya no tiene fuerzas para gritar.

 

Ha entendido el mensaje.

 

 

Gracias a ultramodernos aparatos capaces de detectar las más  insignificantes anomalias en cualquier lugar del interior de nuestro cuerpo, la medicina moderna ha descubierto, que la causa de todos nuestros males radica en nuestras entrañas y es de naturaleza orgánica.

 

Este descubrimiento ha provocado la euforia de muchos colectivos, en especial de aquellos aquejados de enfermedades sospechosas de tener causas psicológicas o - peor aun- psicosomaticas.

A partir de ahora podrán declararse enfermos con la frente alta y sin sentir el peso del recelo ajeno. Hay pruebas.

 

El alivio es generalizado y concierne también a muchos profesionales de la salud que, gracias a estas pruebas irrefutables, se librarán de tener que escuchar las torturantes historias de sus pacientes. Ahora ya pueden recetar medicamentos o, en caso de ser necesario, operaciones con la conciencia tranquila. Además, ahora serán ellos los que hablen y les expliquen a sus solícitos pacientes los misterios de las micromoleculas corporales y sus desequilibrios.

 

La comunidad de afectados por la fibromialgia también respiró aliviada ante esta noticia y celebrá el progreso de los aparatos, que cada vez detectan más moleculas enfermas. Y es que por algún motivo, estos pacientes estaban mal vistos. Fastidiaban con sus quejas constantes, que no parecían tener fundamento. 

 

Los humanos parecemos tener la tendencia a dudar de lo subjetivo. Y el dolor es demasiado subjetivo como para ser comunicado. Del dolor ajeno tenemos que fiarnos. El propio es lo más real que hay.

 

El dolor nos hace percatarnos de que algo va mal. Tiene un significado.

 

 

Y provocar dolor (físico o psicológico) en el otro es la mejor forma de coaccionarle -esto lo saben bien los que se encargan de desarrollar, mejorar y aplicar técnicas de tortura.

 

El dolor y el miedo son los maestros más efectivos: hago algo que no debo, me castigan con dolor y el miedo a volver a sentir dolor se encarga de que no lo vuelva a hacer.

 

El dolor nos hace tomar conciencia de la frontera entre yo y el otro. Y de nuestra necesidad de protegernos del mundo, del otro. Nos muestra la necesidad de ser conscientes y respetar nuestras fronteras -físicas y psicológicas.

 

Cuanto peor nos traten, más necesidad de protegernos tendremos.

 

 

Pero estar de guardia, sólos frente al mundo, requiere demasiada energia y es casi inevitable sucumbir.... y cambiar de bando. Aceptar la condena, bajar la guardia e integrarnos en la comunidad. Y es que hay algo peor que sentir dolor; el ostracismo.

 

Antes de quedarnos solos resistiremos todo el dolor que sea necesario.

 

El cuerpo tiene una memoria preverbal que almacena nuestras experiencias dolorosas- tanto las físicas como las psicológicas.

Mucha gente con fibromialgia sufrió maltrato -físico o psicológico- o negligencia en la infancia - o experiencias traumáticas más adelante. 

 

En la colonia penitenciaria los tatuajes eran jeroglificos difíciles de descifrar: solo los entendia el verdugo, el condenado parecía asimilarlos más que entenderlos.

 

Ese es el único fallo de los aparatos ultramodernos: no saben descifrar los mensajes de las moléculas en desequilibrio de los pacientes. Ven algo, pero no entienden nada y ese es el motivo por el cual - más allá del alivio de legitimar su enfermedad- no les pueden ayudar.


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