El día que te olvide...

Cuando reflexionamos acerca de la memoria casi de forma inconsciente partimos de la base de que recordar debería ser positivo y olvidar negativo.

 

Aunque algunas veces deseariamos olvidar y no podemos.

 

Olvidar es necesario, y no es la mejor memoria la más adaptativa sino la más adaptativa, la mejor memoria.

 

Es decir, la memoria -como el resto de las funciones- esta subordinada a la supervivencia -que no a la felicidad. Y para sobrevivir es necesario seleccionar entre el alud de información que constantemente avasalla nuestros sentidos. Algunas de estas informaciones ni siquiera pasan la primera criba y nunca se convierten en recuerdos. Otras quedan en forma de impresiones más o menos conscientes y tan solo unas pocas son seleccionadas para formar parte de nuestra memoria biográfica (los científicos la llaman episódica). Esa narrativa que da sentido a  nuestras vidas y que luego adornaremos para rellenar incómodos huecos y adaptarla a la idea que tenemos y deseamos mantener de nosotros mismos. A eso nos solemos referir cuando hablamos coloquialmente de recuerdos.

 

El filtro que nos protege del aluvión de impresiones no esta desarrollado cuando nacemos y tendrá que hacerlo, con la ayuda activa de nuestros padres, que son los que nos protegerán -o no- de esta invasión.

Ellos son los responsables de dar forma al caos que invade al recién nacido y esta protección es incluso más importante que la estimulación.

 

Precisamente de un filtro eficiente es de lo que parecen carecer los niños que sufren de los "modernos" trastornos infantiles, como el autismo o el deficit de atención.

 

En cuanto a la memoria, las personas de memoria extraordinaria, como algunos savants, suelen tener déficits en otros ámbitos y estos suelen ser tan graves que los incapacitan como seres independientes. Pudiera ser que con su "no olvidar nada" pretendiesen entender algo que se les antoja básico para su supervivencia. Y que esa misma intención fuese responsable de su trágico destino, pues el cerebro, por si solo, posee un mecanismo -contrario- más efectivo: el olvido selectivo.

Asi lo expresaba Tammet, un savant de memoria extraordinaria:

 

"de pequeño resolví que si conseguía reunir suficientes recuerdos y someterlos a un patrón estadístico, podría predecir el comportamiento de mi madre"

 

La estrategia se puede dar por fracasada pues parece ser que la capacidad de procesamiento de nuestro cerebro es enorme, pero no infinita. Y este intento lleva al inevitable colapso.

 

Por otra parte, están apareciendo los primeros estudios científicos en los que se plantea si el olvido selectivo podría ser una buena forma de deshacernos de recuerdos dolorosos. Esa persona que nos amargó la vida, aquella situación en la que nos sentimos tán humillados...si puediesemos olvidarlo...seriamos más felices -pensamos.

 

Pero el efecto Cleparade dice, que para que una información nos afecte negativamente e influya potentemente en nuestro comportamiento no es necesario que seamos conscientes de ella. Esto Freud ya lo sabia, y postulaba que lo contrario era cierto.

 

Lo inconsciente nos mueve.

 

La lúcida e inteligente pelicula de Michel Gondry "No me olvides" nos da una idea de lo que podría pasar si borrasemos selectivamente nuestros recuerdos más tormentosos.

 

Y es que...¿con que rellenariamos los espacios vacios?

 

¿Nos condenaría, su ausencia, al eterno retorno?

 


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Comentarios: 3
  • #1

    Iñaki (jueves, 25 mayo 2017 22:58)

    Recientemente he estado leyendo sobre la manera como aprende el cerebro. Es un libro de dos neurocientíficas británicas, una de ellas bastante famosa, Sarah-Jayne Blakemore. El libro se llama "Cómo aprende el cerebro". Es interesante porque dice que en la infancia hay un periodo de expansión cerebral en el que crecen muchas neuronas, pero que luego, en la adolescencia si o recuerdo mal, se da el proceso contrario, y el cerebro empieza a perder sinapsis, de manera que se refuercen las que quedan. Quizá, entonces, en ese periodo natural de retroceso, también perdemos memoria.

    Recodar, te doy la razón, no siempre es bueno. Recordar obsesivamente desde luego que no. Pero quizá olvidar es tan bueno que deberíamos aprender a olvidar de forma selectiva. Es decir, conseguir programar el olvido, dirigirlo. Personalmente no puedo hacerlo, como no puedo controlar el recuerdo. Las sinapsis que la experiencia que ha creado en mi cerebro, y probablemente en mi cuerpo (accidentes, operaciones, agresiones, placeres), forman recorridos misteriosos e individuales. Olvidar supondría desconectar hasta la última sinapsis, hasta la más escondida y recóndita.

    Recientemente también he estado leyendo un libro adorable sobre la memoria. Se llama Léxico familiar, de la escritora italiana Natalia Ginzburg. Lo recomiendo a todo aquel que haya tenido una familia numerosa, como es mi caso, y a todo aquel que ame el lenguaje, como es mi caso. Lo traigo aquí no como ejemplo de novela -que no lo es- sobre la familia, sino sobre la memoria. Es increíble el nivel de detalle que alcanza la autora de situaciones hundidas en su infancia. Asegura que todo es rigurosamente cierto, que no inventa nada, que lo que leemos es el fluir de su recuerdo, y que no hay un plan en su relato.

    Quiero decir, el aprendizaje del olvido del dolor, ¿no podría llevarse también el adorable ejercicio del recuerdo de lo que no duele ni hace feliz, del aroma inaprehensible de la cotidianidad de la infancia? Veo a mis hijos desarrollarse y me pregunto qué recordarán de esta infancia y adolescencia suya que para mi está tan impregnada de dolor y para ellos es simple niñez y adolescencia. El libro de Natalia Ginzburg está escrito en imperfecto, como si en realidad nada pasó de veras, sino que la vida era un transcurrir de imágenes sin sucesión cronológica, sino ambiental. Mi relato de la infancia de mis hijos sería en indefinido, estaría lleno de datos, de fechas, de acontecimientos fijados al suceder cronológico.

    Mi memoria de la misma materia sería bien diferente. En algún sitio debo tener un relato sobre la muerte de mi abuela, a la que no conocí, relatada por mi padre, al que misteriosamente llamé "La memoria ajena".

  • #2

    Ramón (viernes, 26 mayo 2017 09:16)

    En el libo de Jordi Claramonte, Estética modal, emplea conceptos para para reflexionar sobre el arte tomados de la física y la fisiología, como el "atractor de Lorenz" y "el quiarma optico". Este último me parece interesante para establecer la correspondencia entre, los que al principio del escrito de Georgia establece entre "recordar/olvidar" y "positivo/negativo". Sabemos que la forma en X del quiasma óptico, observado con más aumentos, nos presenta un reparto de las áreas perceptivas diferentes a lo que se podría suponer por el simple cluce de dos manojos de fibras ólticas. Se sabe también, por su funcionamiento, que los impulsos informativos al llegar al cruce, no se les plantea el dilema de optar por donde seguir, sino que desde la retina ya está preparado el camino, aunque no la información, ya que ésta no depende solo de la entrada, sino de la integración que hacen las áreas visuales primarias, etc. Para colmo de complicación, la valoración positiva o negativa de lo integrado ya no depende solo de las áreas visuales integradas sino de otras zonas cerebrales que han intervenido, incluso en la orientación de la percepción como se sabe por la psicología de la atención, la percepción y su procesamiento como parece que ocurre con quienes de forma más o menos conscientes, buscan informaciones que confirmen su "optimismo/pesimismo" un tanto a priori. Me parecen interesantes las hipótesis que plantea Georgia e Inaki, para seguir investigando, pues, igual podemos encontrarnos en otro quiasma en lugar de un dilema simplificado de derecha o izquierda.

  • #3

    geo (viernes, 26 mayo 2017 10:49)

    Mi tesis sería la siguiente: el olvido selectivo dirigido por el hombre no será una buena técnica, mientras entendamos tan poco sobre el funcionamiento del cerebro, pues es más fácil que la caguemos que otra cosa. Por otra parte la perdida de sinapsis es un proceso que se da desde el nacimiento en mayor medida casi que la creacion de nuevas o el refuerzo de las necesarias es und proceso de optimización al igual que la muerte selectiva de neuronas que se da en esta fase. Si no se da esta seleccion natural de conexiones tendremos tendremos problemas (p.e. en el autismo parece que hay demasiadas conexiones). En principio este proceso no esta relacionado con el olvido en el sentido negativo sino con una conexión más efectiva entre areas cerebrales y un mejor funcionamiento. Lo que pasa en la adolescencia es que las hormonas no dejan pensar bien..el interés está en otra parte ;-)


    Ramonet, no t´oblides del principi de parsimonia, que em vas ensenyar tu;n´hi ha que intentar simplificar, no complicar, o al menys acabar amb una simplificació ;-)