El astronauta

 

"El raciocinio es un cólico de las circunvoluciones cerebrales. Debilita el gran pasado y lo reduce a liberalismo" R. Musil

 


 

"El racionalismo nos empuja a creer que todo lo que se concibe puede hacerse realidad. Pero existe una perversión racionalista en la política contemporanea consistente en el decidido empeño por entender y moldear a las personas y las sociedades sobre la base de unas teorías inadecuadas y excesivamente simplificadas de la conducta humana. (...) El racionalismo es una forma de utopismo" Kirkpatrick

 


 

Los occidentales estamos muy orgullosos de nuestra razón.

 


 

Hemos llenado tomos y tomos de filosofía conjurándola como única herramienta para mejorar nuestras vidas (y el mundo entero). Confiamos en ella en la misma medida en la que desconfiamos de nuestros sentimientos e instintos.

 


 

La gente acude a terapia sospechando que no sienten como deberían sentir.

 

Sienten demasiado y sentir menos, creen, es lo que necesitarían para estar más satisfechos.

 


 

Sin embargo los artistas siempre intuyeron algo que recientemente los neurocientíficos, que siempre van algo retrasados, están corroborando: que el pensamiento lógico, racional y consciente está subordinado a la emoción, a la lógica del sentimiento.

 


 

Sentimientos e instintos son filogenéticamente (evolutivamente) anteriores al pensamiento racional y mucho más necesarios y eficaces a la hora de garantizar nuestra supervivencia.

 

Nuestro cerebro esta organizado de una forma jerárquica y para que el lóbulo frontal, el que alberga las cualidades más típicamente humanas, pueda dar las últimas pinceladas necesita que las bases, aquellas regiones evolutivamente más antigüas, se encargen de lo sustancial.

 

Estas regiones menos racionales del cerebro trabajan a la sombra de la conciencia y suelen presentarle al lobulo frontal el trabajo practicamente terminado para que este dé el visto bueno.

 

Pero la corteza frontal, que es arrogante como todos los jóvenes, ningunea a sus sobordinados actuando como si todo dependiese de él.

 


 

Esta arrogancia se debe entre otras cosas a su monopolio sobre la conciencia.

 


 

En todo caso, si dejasemos las decisiones importantes en manos del lóbulo frontal, (lento, inefectivo y con una capacidad de procesamiento de la información limitado) nuestra especie se habría extinguido hace años.

 


 

Por eso, cuando estamos en situación de peligro real, las bases del cerebro ignoran al "ejecutivo central" y reaccionan a sus espaldas: si me quemo mi mano se retirará antes de que yo lo decida.

 

Por si esto fuera poco hemos limitado aun más la capacidad de la razón imponiéndole una lógica científica y binaria. Por contra, el método de las emociones es más abierto.

 

 

La conciencia de que existe esta dualidad en la forma de trabajar de nuestro cerebro se remonta a los antigüos griegos pero uno de los primero en estudiarlo sistemáticamente fue Freud. Freud se percató de que existía algo así como un inconsciente que actuaba y sentía con independencia de nuestros buenos propósito. Además, Freud se dió cuenta rápidamente de que la tecnología de la época estaba lejos de poder permitir una comprobación científica de sus teorias.

 

 

 

La ciencia es maravillosa, pero va demasiado lenta, decía Rimbaud y Freud decidió continuar con sus investigaciones. Entre las muchas cosas que se le han reprochado a Freud es esta la más persistente; que sus teorías no se podían comprobar científicamente.

 

 

 

Pero Freud era obstinado y le movia un interés genuino por sus investigaciones. Lejos de abandonar termino inventando una nueva metodología con la que acceder a la mente a través del lenguaje, la introspección y los sueños.

 

 

 

Esta metodología sigue siendo la base de todas las terapias actuales.

 

 

 

Se dice que el arte termina donde comienza el análisis. Pero sin arte no hay análisis- al menos en lo que respecta al ser humano.

 

 

 

Y medicina y psicología no son ciencias sino artes. Artes basadas en la ciencia, pues solo a través del arte es posible cohesionar lo abstracto y general del conocimiento científico con las observaciones particulares.

 

 

 

Pretender convertir las ciencias humanas en ciencias naturales, sería como intentar reducir el conocimiento a aquello que puede ser comprobado; un trastorno obsesivo compulsivo colectivo.

 

 

 

La historia de la psicología conoce esas tentativas, hacia los años 50 los conductistas intentaron reducir el ser humano a su conducta observable, medible y cuantificable: la banalidad de sus resultados les obligó a ampliar de nuevo su objeto de estuio.

 

 

 

Recientemente nuestro ministro de ciencia lo volvió a intentar.

 

 

 

Martin Buber, filósofo alemán decía que confrontados con el misterio humano algunos optaban por hacerse astronautas y dedicarse a estudiar las estrellas, más lejanas pero más simples.

 

 

 

Lo que no se imaginaba es que un día un astronauta volvería de los cielos y se dedicaría a legislar aplicando los conocimientos adquiridos en el universo a los asuntos humanos.

 

 

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