"....porque aquí no hay un solo lugar que no te vea.
Debes cambiar tu vida."
R.M. Rilke
Franz Bieberkopf es el protagonista de Berlin Alexanderplatz, una novela especialmente apropiada para leer ahora pues, a pesar de que han pasado 100 años, hay cosas que no cambian y una de ellas es precisamente esta; que nosotros no hemos cambiado.
Bieberkopf personifica esta dificultad, en su caso fatal, del cambio individual, que es todavía más acertada si se extrapola a la sociedad, más necia aun que el individuo.
A pesar de sus buenos propósitos, Franz Bieberkopf no consigue rehabilitarse.
Entre otras coa porque su entorno no se lo permite.
En el principio están siempre los buenos propósitos. Pero poco a poco la costumbre nos alcanza y suele venir acompañada del resto de pecados capitales, la pereza, en cabeza pero también la falta de pasión e incluso de identificación con nuestros propios deseos.
Y es que muchos de nuestros propósitos, precisamente esos en los que más empeño ponemos, no son en el fondo más que imposiciones de la sociedad que hemos acabado interiorizando para adaptarnos, aun más, a las expectativas externas. Otros, que a primera vista parecen simples, se revelan como imposibles en tanto en cuanto chocan frontalmente con nuestra esencia o dicho de otro modo; estan tan alejados de lo que somos que son prácticamente imposibles de alcanzar.
Y es que el ser humano no esta hecho para el cambio. Todo cambio requiere energia, y nuestro cerebro, que es una organismo hecho para predecir y ahorrar energia se plantea las cosas en terminos existencialistas y no se interesa ni por nuestra figura ni por nuestra felicidad para él seguir vivo es lo único importante y si lo estoy es que algo habré hecho bien. Por lo tanto, no existe ningún motivo para cambiar nada.
Pobres humanos, desgarrados siempre entre esa incapacidad de aceptarse tal cual es (siempre intentando acercarse a un ideal y castigándose por una distancia que no se reduce) y perezosos y superficiales cuando de cambiar se trata.
Somos una especie capaz de inventar y resolver problemas matemáticos complejos pero que desconoce su esencia; solemos equivocarnos en cuanto a lo que nos mueve, lo que nos asusta, a lo que aspiramos y lo que queremos. Ya lo dijo Freud hace más de 100 años; no somos dueños en nuestra propia casa.
Y más claro aún lo dijo Placebo: Protect me from what i wont.
De Franz Bieberkopf no puede decirse que no lo intentara. Pero las circunstancias le alcanzaron, como la rutina nos alcanza a todos a muy tardar el 3 de Enero.
Pero el año que viene lo volveremos a intentar, pues si hay algo de lo que no se nos puede acusar es de pesimistas.
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