Acoger un niño

Acoger un niño

acoger un niño

Hace poco hubo una campaña en Berlín que invitaba a la gente a acoger niños. Uno de los carteles me llamó la atención. Decía algo así: „¿Quieres poner color en tu vida?. Acoge un niño“. Durante unos días no me quité el eslogan de la cabeza, por una parte me parecía frívolo, pero por otra...imagino que debe ser difícil movilizar a la gente a semejante „aventura“. Al fin y al cabo el eslogan no mentía, no prometía felicidad, ni nada por el estilo, sólo color...y cada uno que lo interprete como quiera.

Hay un libro que recomendaría a todo aquel interesado en el tema. Se titula "El nino que fue tratado como un perro". El autor es uno de los neuropsiquiatras infantiles estadounidenses mas importantes, Bruce D Perry.

Los casos que Perry narra son tan extremos que al lector lego le costará un esfuerzo emocional aceptarlos como reales. Me abstendré de hablar de ellos, pues no quiero herir sensibilidades inútilmente, pero en mi opinión si alguien barema la opción de acoger, o lo ha hecho ya, debería poder hacerse una idea del dolor que estos niños llevan consigo. Y saber que la huella del dolor casi nunca puede borrarse completamente.

Esto es algo que hay que saber de antemano para no tirar la toalla al primer contratiempo, pues una de las peores experiencias para estos niños, con efecto "retraumatizante" (retraumatización se define como el hecho de revivir emocionalmente un trauma y, faltándole al individuo recursos para afrontarlo, quedar doblemente herido), es ser abandonado/rechazado de nuevo. Si alguien está interesado en profundizar en el tema puede leer la novela "Rabenliebe“ de Peter Wawerzinek.

 

Sumergirnos en estas historias (las de Perry como la de Wawerzinek) puede ayudarnos a entender mejor algunas reacciones extremas que estos niños pueden mostrar (fobias, trastornos de conducta, ensimismamientos). Entender por qué tras muchos años de comportamiento normal al comenzar la adolescencia el niño/a parece transformarse y recae en conductas previamente superadas, delincuentes o promiscuas.

 

Soportar todo esto es tan duro como difícil es saber de antemano dónde está nuestro límite. 

 

Dicho esto cabe preguntarse por qué habríamos de complicarnos la vida. Y un motivo puede ser el hecho de que estos niños pueden enseñarnos más sobre esta (la vida) que cualquier libro o viaje.

Y si bien es un hecho que las huellas del dolor (casi) nunca podrán borrarse completamente, también es cierto que los padres adoptivos pueden ofrecer a estos niños algo que probablemente estos no habrán tenido antes: una relación estable, cariño, calor humano, constancia. Y eso, y sólamente eso, es lo que puede salvarles. Pues (citando a Perry) ninguna terapia funcionará a largo plazo si en nuestra vida privada no mantenemos relaciones (al menos una) estables.

 

El machacado mantra „quiérete a tí mismo o nadie podrá quererte“, en realidad debería decir: "para que puedas quererte es necesario que alguien te haya querido".

 

Y es que si hay algo que sabemos sobre la empatía es que sólo se desarrolla bajo ciertas circunstancias (tener al menos a una persona que nos de cariño y con la que podamos contar). En esto no se diferencia de otras funciones mentales (la vista tampoco se desarrolla normalmente si pasamos los primeros meses de vida a oscuras).

 

Supongo que a eso se refiere el eslogan cuando dice color.

La capacidad de estos niños de hacer nuestra vida si no más tranquila sí más plena.


Fuente: Georgia Ribes.

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