Ambivalencia

"...aprendí a conocer la cabal y primitiva dualidad humana: y vi que las dos naturalezas que contendían en el campo de mi conciencia podrían por separado ser yo, solamente porque yo era radicalmente ambas; y (...) aprendí a cobijar con placer, como quien acaricia un sueño, la idea de separar estos elementos. Si cada uno, pudiera alojarse en una identidad distinta, la vida se aliviaría de todo lo insoportable; el inicuo  podría tomar su camino liberado de las aspiraciones y los remordimientos de su intachable hermano; y el justo podría caminar recto y seguro por su senda complaciéndose en buenas obras y no llevado a desgracias y penitencias por la mano de su otra ignorada maldad. La maldición sobre la humanidad era que estos haces incongruentes eran atados junto. Cómo, pues, separarlos?" R.L Stevenson. "Dr. Jekyll y Mrs. Hyde"

 

Cuando era pequeña y oía a mi padre hablar de algún político le preguntaba;- y, fulano ¿es bueno o malo?

Mi padre siempre me respondía lo mismo: - ni bueno, ni malo... y se preparaba para darme una explicación interminable. Yo siempre le interrumpía; lo único que a mí me interesaba saber era si fulanito era bueno o malo. Mi padre, ante mi insistencia, cedía, me daba una respuesta clara y yo me quedaba satisfecha y entendía un poco mejor el mundo.

 

Los niños no entienden de matices y precisan de respuestas claras y consistentes de los adultos para ir clasificando el torrente de información al que están expuestos en categorías. Si se les da demasiada información o esta es demasiado ambigua se les abruma.

Conforme van creciendo se van dando cuenta de que las cosas no son blancas o negras ni las personas buenas o malas sino que, por desgracia, los adultos tenian razón y todo esta lleno de matices.

Todo esto suena muy lógico pero...¿es así?

¿No seguimos los adultos empeñados en desterrar la ambigüedad de nuestras vidas?

De pequeños solemos pensar que nuestros padres son buenos, lo necesitamos para poder estar seguros de que van a cuidar de nosotros y en la mayoría de los casos es así.

De su lado oscuro no somos conscientes durante mucho tiempo. En el mejor de los casos, la gran rebelión ocurre en la adolescencia, para, pasado ese periodo volver a aceptarlos como son, ya con sus partes positivas y negativas, con cierto sentimiento de ambivalencia.

 

Cuando un niño sufre maltrato físico, psíquico o sexual por parte de sus padres, este proceso integrativo se altera. El niño está viviendo en sus propias carnes que sus padres son "malos" y a la vez sabe (esto lo saben todos los niños, es, por decirlo de alguna manera, un saber instintivo, necesario para sobrevivir) que depende de ellos, de que ellos lo quieran y lo protejan para seguir existiendo. La consecuencia directa es que el niño seguirá con esta creencia -que sus padres son buenos- todo el tiempo que le sea posible y antes de cuestionar a sus padres buscará el fallo en sí mismo, pensará que no es "querible" y su autoestima quedará resentida de por vida.

 

 

El maltrato o abuso por parte de aquellos que deberían cuidar de nosotros interfiere en la integración del "bien" y el "mal". El nino aprendiderá a separar a su madre/padre "mala" de la "buena", a concebirlos por separado.

 

Así, al crecer, estos adultos desarrollan trastornos que se caracterizan por no soportar la ambivalencia, por no concebir el bien y el mal más que estrictamente separados el uno del otro. En casos extremos, como el de Dr. Jeckyll/Mrs. Hyde, pueden producirse trastornos de identidad disociativos (antes llamados de personalidad múltiple). 

Pero dejando a un lado la psicopatología, pienso que el hombre siempre ha tenido problemas a la hora de soportar la ambigüedad. Así, para explicar la existencia del "bien" y el "mal" inventamos la religión, Dios y el demonio.

Y aún hoy seguimos secreta o abiertamente empeñados en deshacernos de nuestra parte "mala" o "triste" o "negativa", nos sentimos culpables por tener una vida oculta en la cual nos alegramos de vez en cuando de las desgracias ajenas, odiamos a veces a quien deberíamos querer incondicionalmente y tenemos pensamientos melancólicos.

Queremos deshacernos de este lado oscuro y lo intentamos con el conjurado pensamiento positivo, con terapia (¡gran malentendido!), ignorando su existencia o esforzándonos por compensar nuestros pensamientos negativos con buenas obras.

Este empeño esta muy influido por factores sociales. Lo triste, lo negativo, lo melancólico está mal visto.

 

Y si el objetivo es la búsqueda de la felicidad, puede que estemos cometiendo un error y buscando las llaves que perdimos debajo de la farola porque hay más luz.

 

La felicidad sin preocupaciones, sin pérdidas, sin meláncolias, dudas o tristeza e incluso un cierto grado de "maldad", si es que es posible, entonces sólo para unos pocos privilegiados y en la infancia -durante la cual curiosamente estamos dominados por este cúmulo de sentimientos-. A medida que avanza la vida, el que más y el que menos deberá encajar golpes del destino, que no teníamos previstos, aunque sólo sea, llegado el momento, la consciencia de la fatalidad de la propia muerte.


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