¿Quién nos protege?

El ser humano, al igual que otros animales, tiene una gran sensibilidad - sutil y pre-verbal- para detectar la debilidad del prójimo. Y esta debilidad no sólo despierta nuestra empatía y compasión sino tambien nuestros sentimientos más bajos, sobre todo cuando identificamos esta debilidad con su portador, es decir, la vemos como un rasgo de personalidad estable de éste.

 

E incluso en el caso hipotético de que esta "debilidad" tenga causas externas, nuestra empatía tiene fecha de caducidad. En un momento dado, sin saber muy bien porqué, quizás simplemente porque nos damos cuenta de que hemos dejado de sentir empatía donde deberíamos sentirla, la irritación y otros sentimientos menos positivos pasan a ocupar su lugar.

 

En mi trabajo tengo contacto con niños que adolecen de todo tipo de  discapacidades y he podido observar que los más infelices entre ellos no son aquellos con las mayores discapacidades sino aquellos que menos afecto y protección reciben de sus padres.

 

Aunque tambien es cierto que los padres no podrán nunca compensar todos los déficits de sus hijos y que a veces son los intentos desesperados de estos de proteger a sus vástagos de todos los potenciales peligros, los que surtirán el efecto contrario.

 

Cuando una discapacidad es obvia o reduce los recursos defensivos del niños es probable que en el momento que estos pasan a formar parte de un grupo social de iguales - el colegio o la guarderia -en el cual deberán buscar su lugar, se conviertan en víctimas de burlas y crueldades por parte de otros niños. 

El mobbing o "acoso" es una especie de terrorismo psíquico a veces tan sutil y perversamente llevado a cabo que es imposible de denunciar. Y puede llegar a serlo tanto que hasta el mísmo afectado se pregunte si de verdad está ocurriendo.  Es cómo si la función se desarrollase en un nivel que esta más allá de la razón, que fuese inaccesible a las palabras, en un nivel pre-verbal, pre-humano.

 

Pero existe otra forma de terrorismo psíquico, este si totalmente involuntario, que consiste en ignorar a una persona. 

Involuntario porque hay veces que la persona es tan insignificante que ni siquiera tomamos cuenta de su existencia y en el caso hipotético de que lo hagamos no nos paramos a pensar que pueda tener sentimientos, por no hablar de intentar ponernos en su lugar. Actuamos de forma intuitiva, irreflexiva.

"Mi amigo Dahmer", de Derf Backderf, es una novela gráfica que describe este tipo de terrorismo psíquico.

 

Dahmer fue un asesino en serie que fue compañero de instituto del autor. En el prólogo éste nos cuenta cómo el golpe que sufrió al enterarse de que su compañero de pupitre - el autor deja claro que nunca existió entre él y Dahmer, peor aun entre nadie y Dahmer, algo así como una relación de amistad- era un asesino en serie le hizo reinterpretar el pasado y el mundo en general, de forma que el trabajo -de veinte años- en este cómic tuvo para él carácter terapéutico.

 

El cómic nos habla de como era Dahmer antes de convertirse en asesino, de su soledad y desamparo absoluto. Y lejos de quedarse en una descripción superficial - como la que los medios suelen presentarnos en estos casos para alimentar nuestra sed de sensaciones extremas y a la vez reafirmarnos en nuestra creencia de que "nosotros somos los buenos"- se adentra en la intimidad del hogar del autor y nos muestra sus miserias ocultas. Comparando su propia vida con la de Dahmer consigue mostrarnos lo diferentes que pueden ser dos existencias que desde fuera apenas se diferencian y lo superficiales que solemos ser a la hora de juzgar a las personas.

 

Y aunque el autor subraya en más de una ocasión que no pretende despertar la compasión hacia este asesino, la historia esta contada de forma que uno no puede menos que sentirla, lo cual, dadas las dimensiones de los crímenes de este, tiene mucho mérito.

 

Dahmer es, como el autor dice, un personaje trágico, aunque no simpático. Es decir, capaz de despertar nuestra empatía, pero no nuestra simpatía.

Ignorado en el instituto sólo consigue la atención del resto de jovenes -atención, no amistad- comportándose de manera excéntrica.  Esta conducta es típica entre los niños víctimas; mejor cualquier tipo de atención, aunque sea la burla, que ser ignorado.

 

Una de las preguntas que se hace el autor y que le han perseguido durante toda su vida es, si él o sus companeros de instituto hubiesen podido hacer algo para cambiar el destino del pobre chico.

El autor resulve magistralmente la pregunta en la novela transformandola en la pregunta esencial:

 

¿Dónde estaban los adultos?


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