Erase una vez...la envidia

"Todo el mundo tiene recuerdos que no revelaría más que a sus amigos mas íntimos. Luego hay otros que uno guarda bien custodiados y no revelaría ni siquiera a sus amigo. Y después están esos, que uno no se atreve a confesarse ni a sí mísmo.

Toda persona decorosa tiene una retahila de estas cosas enterradas en lo más profundo de su ser"

         Fjodor Dostojewski

 

Hay psicoterapeutas que afirman que todo cambio -la terapia propiamente dicha- comienza con un sentimiento profundo de "vergüenza".

Vergüenza por ser, de pronto, conscientes de algún sentimiento o rasgo de nuestra personalidad que, hasta ese momento, habíamos conseguido disculpar o disfrazar de algo más noble y congruente con nuestro autoconcepto.

 

Esos pensamientos, sentimientos o recuerdos, que Dostojewski califica de "inconfesables incluso ante uno mísmo", son lo que los psicólogos llaman "el inconsciente". Y cuando partes del inconsciente se hacen conscientes aparece el dolor, la vergüenza, la tristeza y otros sentimientos incomodos.

 

Pero si uno le da una oportunidad a estos sentimientos, ellos le darán a uno la oportunidad de conocerse mejor.

 

Lo no consciente no es controlable. 

 

Lo consciente es, al menos en potencia, modificable o como mínimo aceptable. Uno puede intentar aceptarlo como el Yang de su persona, pues lo malo esta ahí también y eso no va a cambiar.

Si uno quiere conocerse mejor debería mirar también ahí abajo.

 

 

Uno de estos sentimientos desacreditados es la envidia.

 

Castilla del Pino, que le dedica un capítulo entero al tema en su libro "Conductas y actitudes", encuentra una primera definición en castellano en un artículo de Cobarrubias.

 

Envidia: dolor engendrado por la prosperidad ajena.


¿Quién no ha sentido alguna vez envidia?. Pero, ¿quién se ha atrevido, en ese momento, a confesarlo abiertamente?, ¿quién se atreve a dejarse llevar por la envidia sin sentirse atormentado ni intentar deconstruirla -obsesivamente- para convertirla en otra cosa?

 

Pero, siguiendo con Castilla del Pino, lo malo de estos esfuerzos es que suelen ser inútiles; puede que uno consiga, con mucho empeño y dedicación, engañarse a sí mismo pero fracasará a largo plazo en su propósito de engañar a los otros, pues los otros no tienen acceso a este autoconcepto que nosotros construimos despojándolo minuciosamente de nuestros peores defectos.

 

Además, la envidia es una pasión y como tal nos domina.

 

La envidia lleva al envidioso a intentar -obsesivamente- desprestigiar al envidiado, a intentar reducirlo como persona a sus defectos. El envidioso quiere llamar la atención del otro sobre esos defectos, cargándolos de importancia.

 

Y ese comportamiento es el que le pierde.

 

Y es que nuestra personalidad es más social que íntima. Y la envidia es, en el fondo, una de las expresiones más profunda de infelicidad. Del mismo modo que el rencoroso corre el peligro de acabar convertido en un amargado, el envidioso se ve abocado a comportarse de forma odiosa y acaba odiandose a sí mismo. Y con ello al resto del mundo.

 

Del pino propone un sistema de triple negación para explicar el suplicio del envidioso.

 

(Aunque una persona no puede ser nunca reducida a un sentimiento, por lo cual, el envidioso como tal no existe, sí es verdad que la envidia, cuando invade a una persona, la abarca y la domina por completo, como el amor al enamorado.).

 

 

La dinámica del envidioso es la de la negación.

 

Lo peor de la envidia es que es un sentimiento tan profundamente proscrito y deleznable que uno se ve obligado literalmente a negar que lo siente. Pues la envidia es síntoma  de nuestras carencias y eso hasta el mismo envidioso lo intuye. En algún lugar de nuestro ser intuimos que hay algo que debieramos poseer y no poseemos (y el envidiado si).

Envidiamos al que tiene estas cualidades de las que nosotros creemos carecer y la simple presencia del envidiado es percibida como una amenaza, como un ataque a lo más profundo de nuestra persona.

 

 

Veamos el proceso de triple negación que se ve obligado a realizar el envidioso.

 

Primera negación: Negar que envidia

Segunda negación: Negar envidiar a quién envidia

Tercera negación: Negar la propia carencia, aquello por lo cual envidia.

 

La energía mental que este proceso supone se intuye.

Y es por ello que la envidia convierte a su portador en un ser profundamente infeliz, atormentado y obsesivo.

Según del Pino, y en esto no estoy completamente de acuerdo, el que sucumbe una vez a la envidia nunca más podrá librarse de ella.

 

Si esto fuese cierto también otras pasiones como la melancolia, la tristeza o el amor debieran ser insuperables.

 

Pero lo dicho; todo cambio comienza con vergüenza y, en el fondo, el sentimiento de carencia -no la carencia propiamente dicha- no suele ser infundado; sus raices están sepultadas en las profundidades de nuestra memoria. Son raices que uno no quiere desenterrar. Por miedo.

 

Puede valer la pena asomarse al abismo pues las pasiones son susceptibles de aplacarse.

 

Y las carencias suelen estar más que compensadas.

 

Esa es la buena noticia.


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Comentarios: 4
  • #1

    Ramón (lunes, 02 diciembre 2013 11:31)

    Tres párrafos de tu escrito: Los dos primeros pesimistas.
    1.- Lo consciente es, al menos en potencia, modificable o como mínimo aceptable. Uno puede intentar aceptarlo como el Yang de su persona, pues lo malo esta ahí también y eso no va a cambiar.
    2.- (Aunque una persona no puede ser nunca reducida a un sentimiento, por lo cual, el envidioso como tal no existe, sí es verdad que la envidia, cuando invade a una persona, la abarca y la domina por completo, como el amor al enamorado.)

    Mi opinión: Estas dos afirmaciones me parecen demasiado pesimistas por extremistas.
    Menos mal que el final de tu escrito da algo de esperanza.

    3.- Puede valer la pena asomarse al abismo pues las pasiones son susceptibles de aplacarse.
    Y las carencias suelen estar más que compensadas.
    Esa es la buena noticia.

  • #2

    Juan Luis (lunes, 02 diciembre 2013 14:30)

    Te quedan seis de los siete Pecados Capitales!!!!!
    No hablo de Religión......ni siquiera de religión, sino de Psicología Ancestral -una gilipollez que me acabo de inventar, al tiempo que pulsaba la tecla de guión-, pero además de la Envidia, se enumeraban desórdenes en la alimentacion (gula), pasiones "descontroladas" del alma como la ira, desórdenes en los goces carnales, etc. Es un camino a escuadriñar, no te parece?

  • #3

    georgiaribes (lunes, 02 diciembre 2013 16:03)

    si, la entrada no es muy optimista, lo admito, pero es que mi intención nunca ha sido la de ser optimista, sino acercarme a la realidad de los sentimientos. Y esta no es siempre positiva.
    JL, me has pillado; esa es mi intención. hablar de los pecados capitales!

  • #4

    Ramón (jueves, 05 diciembre 2013 17:18)

    Queridos contertulios: Hay una palabra derivada del griego que me gusta porque permite situar conceptos entre extremos contrapuestos. OXÍMORON (Combinación en una misma estructura sintáctica de dos palabras o expresiones de significado opuesto, que originan un nuevo sentido; p. ej., un silencio atronador, ardor frio, pecado virtuoso, etc.) Dentro de los cubos polidimensionales en los que podemos situar nuestros conceptos y opiniones en psicología se habla de "asimetría hedónica" para decirnos que, por ejemplo el sentimiento que nos produce el placer o el dolor no es simétrico. La persona con tendencia optimista tendrá una asimetría hedónica sesgada hacia la parte contraria que la pesimista. Lo que se entiende como pecados capitales por ser más fácilmente perceptibles que los provinciales, suelen ser más fáciles de diagnosticar y tratar, pero en los sistemas complejos no hemos de limitarnos a pensar que existe la proporcionalidad entre la dimensión de los efectos y las causas que los generan. ¿Qué opináis vosotros?