La huida

Tengo una amiga con la que suelo quedar de vez en cuando para ir al cine. Nuestro gusto cinematográfico difiere bastante, de modo que vamos alternando. Esta vez le tocaba a ella elegir y fuimos a ver Song from the Forest.

 

Mis prejuicios me habían estado preparando para una película -a mi amiga le gusta todo lo étnico- en la que a través de la vida de un pueblo de salvajes se nos muestra la locura del mundo occidental, visión que comparto, con lo cual me parecía que me iba a aburrir un poco.

Nuestra sociedad, los padres como representantes de ella en la familia, suelen estar empeñados -no sin motivo- en preparnos para el mundo real.

En esto consiste la educación. En hacer de nosotros seres adaptados. Esta adaptación puede llegar al extremo, muchas veces consecuencia del miedo o la experiencia de nuestros propios padres, de obligarnos a dedicar nuestra vida a algo que no nos interesa.

 

Es la tragedia del ser humano; como no tiene fin en sí mismo (los griegos lo llamaban entelequia) éste se le impone. Ser próspero, llegar a ser alguien, ser feliz, pasar desapercibido, ser un buen ciudadanos etc..
Cuando el empeño -la presión- invertido en hacer de nosotros alguien supera un umbral puede surtir el efecto contrario; en nuestras mentes se fraguarán sueños escapistas que nada tendrán que ver con el fin que nos tenían preparado. Esto en el mejor de los casos. En el peor perderemos la motivación. O sucumbiremos.

 

Y es que estas concesiones (muchas veces aceptadas por los hijos como mal necesario y transmitidas a las siguientes generaciones) pueden dejar una herida tan grande que nunca deje de sangrar.

 

Decía Cioran que "cualquier concesión que hagamos va acompañada por un empequeñecimiento interior del que no nos damos inmediatamente cuenta". Y aunque es cierto que sin pequeñas concesiones no podriamos vivir en sociedad, muchas de estas pequeñas concesiones no son tan pequeñas como pensamos.

 

Las grandes concesiones son nocivas para la salud.

 

Renunciar a un sueño es una gran concesión. Más aun cuando no hay motivo aparente para hacerlo, o el motivo que hay no es nuestro.

El miedo es un mal guia y obligar a nuestros hijos a renunciar a sus sueños puede salirnos caro.

 

Louis Sarno (Song of the Forest) quizás cansado de no poder ser él mismo renuncia a su sociedad y se va a vivir con los Bayaka-Pigmeos. Una de las cosas que le fascinan de esta comunidad es que le dejan estar entre ellos sin hablar ni entender nada. Pues simplemente estar.

 

Desgraciadamente esta situación no dura mucho y, años después le vemos de nuevo enfrentandose a una sociedad que le exige justamente eso que él no tiene, aquello de lo que un día creyó poder huir: dinero.

 

 

Decía Mark Twain que la historia no se repite, pero rima.


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