El tiempo recobrado

"El pasado no ha muerto, ni siquiera ha pasado"

G. Flaubert

 

 

En el arte simbolista la escalera representa el camino hacia el conocimiento. Su naturaleza es dual, tan pronto nos permite ascender hacia un saber superior, divino, transcendente como descender a las profundidades del alma, a lo oculto, a lo inconsciente.

 

Allí, en lo profundo, el ser humano guarda sus recuerdos más íntimos y menos gastados, los más vírgenes y puros. Los que hemos relegado al olvido por intrascendentes.... o amenazantes. 

 

Estos recuerdos no suelen formar parte de lo que llamamos nuestra personalidad.

 

No les hemos dado el visto bueno. No solemos hablar de ellos. No los contamos con orgullo a nuestros hijos. No queremos identificarnos con ellos. No forman parte (queremos creer) de la esencia de la que estamos hechos. No son dignos de representarnos. No forman parte de esa historia que es la nuestra.

 

No los conjuramos voluntariamente.

 

Pero ellos no quieren resignarse a su suerte. No les gusta el lugar que se les ha asignado y pugnan por subir a la superficie de nuestra conciencia, obligándonos a invertir grandes esfuerzos para mantenerlos en su sitio. Para evitar que asomen. Para que no hablen ni se expresen.

 

Suelen venir de noches, aparecer en nuestros sueños, aprovechando que comparten con ellos el lenguaje onírico, ese lenguaje perturbador tan alejado de la lógica. Ese lenguaje que podemos escuchar sin tener que cambiar nuestras vidas.

 

Otras veces son rescatados por un olor, un sabor, una melodia, una frase...

 

Cuando esto ocurre, durante unos segundos, el tiempo se detiene y pierde su caracter secuencial.

 

Somos presas de una experiencia casi mística.

 

A veces tan sútil y tan breve que ni siquiera los percibimos (pues pertenecen al reino de aquello de lo que no queremos o podemos hablar).

 

Son el aura que precede a la epilepsia y a la migraña, a la cual incluso los médicos ignoran. Anuncian su llegada que, al no ser bienvenida, se vengará dolorosamente en la crisis que les precede.

 

Algunos han aprendido a domarlos. Esquivan su mensaje personal traduciéndolos a otro simbólico que los haga, si no inocuos, si soportables.

 

O al menos los mantenga alejados durante un tiempo.

 

El tiempo que necesitamos para recuperarnos hasta que, de naturaleza empecinada, vuelvan a aparecer en un eterno retorno de emergencia y sublimación.

 

La vida es espantosa....y tremendamente interesante.


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Comentarios: 2
  • #1

    Ramón (martes, 27 febrero 2018 15:23)

    Interesante tema para hablar, pensar, e incluso, para algunos, experimentar. Si solo se sonara mientras dormimos, la vida igual sería más fácil. Pero, ni, como dijo el poeta, la vida es sueno, ni los suenos, suenos son. La vida vive 24 horas al día. Tenemos suenos y ensonaciones. Y la lógica solo es una posibilidad de las, muchas veces ilimitadas, no infinitas formas de componer las piezas del tangram que es el vivir. Y solo tenemos un tiempo hasta morir. Como decía Forges, el humor es como un antidoto para no vivir anti-todo y disfrutar el tiempo que nos queda por vivir. Además el humor, favorecce la humildad que permite ir y re-ir sin presumir de haber llegado.

  • #2

    Paco (viernes, 02 marzo 2018 08:13)

    Psicoanaliza puro
    Que complejos y complicados somos
    Muy interesante