La muerte

"Muerte puta, muerte cruel, muerte al pedo,muerte implacable, muerte inexorable,

 

misteriosa muerte. Muerte súbita, muerte accidental, muerte en cumplimiento del deber."
O.Girondo

 

 

...O muerte aparente, Scheintod, en alemán, que es el título de la exposición actual en el museo de medicina de Berlín.

 

El miedo a la muerte es un miedo tan profundo y potente que el hombre hace cualquier cosa para evitar sentirlo.

 

Ni siquiera se atreve a mirarlo de frente.

 

La ciencia se ha ocupado poco, más bien nada, de este miedo y es que, antes que temer a la muerte preferimos temer a cualquier otra cosa.

 

Pues la muerte no es cualquier cosa, sino eso que nunca podremos entender. La muerte es lo que no conseguimos imaginar. La Alteridad, el gran Otro, ese Desconocido al que nunca podremos conocer pues, como decía Epicuro (intentando, en vano, consolarnos) "si yo estoy ella no está y si llega ella, entonces yo ya no estoy."

 

Nunca nos encontraremos con ella...pero la estaremos viendo acercarse desde que tomamos conciencia de ella. A partir de ahí ella siempre estará.

 

El valor no es una cualidad muy extendida en el ser humano, que, cuando teme prefiere mirar a otro lado.

 

Esconder la prueba -el muerto- puede haber sido el primer y necesario paso de esta negación:

 

“... La novedad sapiens que aporta al mundo no
reside, tal como se había creído, en la sociedad, la técnica, la lógica o la cultura, si no en algo que hasta el presente venía siendo considerado como epifenoménico, o ridículamente promulgado como signo de espiritualidad: la sepultura y la pintura”. (Morín)

Pero enterrado el muerto, la muerte sigue incólume, de modo que nos vemos obligados a seguir lidiando con ella. ¿Cómo?

 

Transformando nuestro miedo a la muerte en miedo a cualquier cosa, en fobias, por ejemplo, que son temores tranquilizantes, porque tienen un objeto al cual podríamos, al menos podríamos, enfrentarnos.

 

 

 

Una de las fobias más extendidas en el SXIX era el miedo a ser enterrado vivo. Este miedo obsesionaba a una parte lo suficientemente  importante de la sociedad como para que ingenieros, literatos y científicos le prestasen atención.

 

El tema fue tratado desde perspectivas tan diversas como el cuento (Blancanieves), el relato (Entierro prematuro, de Poe) o el ensayo científico.

 

Contra el miedo a ser enterrado vivo podemos hacer algo.

 

Lo primero es constatar que el muerto está bien muerto. Detectar con precisión el momento mori, es decir ese instante exacto a partir del cual no hay vuelta atrás.

 

Contrariamente a lo que podrimos pensar, esta no es una cuestión clara y objetiva. El instante en el que un ser humano pasa a ser considerado muerto -y a ser tratado como tal- ha variado a lo largo de la historia en estrecha relación con la tecnología disponible.

Y aún hoy sigue siendo un debate abierto.

Si ocurre un fallo en el proceso y me encuentro de pronto a tres metros bajo tierra, la cuestión será salir de allí cuanto antes. Para ello se crearon los ataudes interactivos, que comunicaban el más allá con el reino de los vivos.

 

 

Durante mucho tiempo fue la religión la que nos ofrecía, a cambio de nuestra alma y nuestro bolsillo, un consuelo: la vida eterna...después de la muerte.

 

Ahora que nos jactamos de vivir en la época del logos, es a la ciencia a la que le toca resolver esta cuestión. Ya no nos basta con esos trucos que simulan alargar nuestra juventud, nos hemos hecho más exigentesy más escéticos, queremos la vida eterna, pero sin pasar por el incomodo trance de morir.

 

La tierra prometida es ahora Syllicon Valley y 2045 el año en que el ser humano, transformado en software, habrá conseguido vencer a la muerte.

 

Pero ya lo decía Wittgenstein y esto sigue vigente, un día quizás resolvamos todos los problemas científicos, pero entonces nos daremos cuenta de que nuestras preocupaciones existenciales siguen intactas. Son las de siempre.

 

Ese día mos daremos cuenta de que no existe relación entre felicidad y técnologia.

 

Inmortales, pero cada vez más infelices, siempre nos quedará el suicidio.Pues como decía Kierkegaard, cuando la muerte es el mayor peligro, conjuramos la vida, pero cuando la misma vida es un horror mayor que la muerte, entonces es la muerte la que se convierte en nuestra única esperanza.

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