La autoestima de Narciso

Si la autoestima es el aprecio que uno se tiene a sí mismo, el narcisismo sería una de las muchas formas de lidiar con su falta.

 

En realidad la autoestima es una cualidad invisible que solo se hace patente cuando es necesaria, es decir, cuando nuestra integridad se ve amenazada. En ese momento es nuestra autoestima la que nos impulsa a actuar para autoconservarnos o autoaufirmarnos, según en que plano se este dando la amenaza (en el vital o en el social).

 

El narcisista (impulsado por su carencia de afecto a si mismo) tiene por el contrario una actitud escandalosa y exibicionista (además de agotadora pues finalmente queda siempre insatisfecho). Esto es así porque en el narcisista la amenaza a su integridad viene de dentro y esta siempre presente pues es fruto de una falta de reconocimiento o afecto temprano.

 

El error del narcisista, el motivo de la persistencia de su sufrimiento, radica en que intenta suplir una carencia que se encuentra en un plano íntimo con una mejora de su imagen social.

 

Y como estos dos planos solo se tocan tangencialmente, la compensación nunca llega a ser suficiente y el narcisista, como el borracho, se ve condenado a seguir buscando debajo de la farola, unicamente porque hay más luz.

 

El narcisismo también da satisfacciones pues, a fuerza de dedicarle tiempo, la imagen social puede mejorar sustancialmente. Pero se trata de un éxito de imagen que nunca podrá suplir carencias íntimas y por ello, después de un éxito social, a menudo en lugar de sentirnos mejor experimentamos un vacio.

Rousseau ya dividía el amor a uno mismo en dos: el amor de si y el amor propio.

 

 

El amor de si era para él nuestro instinto de autoconservación mientras que el amor propio sería una especie de perversión de este instinto.

 

Una perversión que según Rousseau aparecería al entrar en contacto con la civilización y que consistiría en instrumentalizar al otro para satisfacer nuestras necesidades de aparentar.

 

En convertir al otro en un espejo en el que mirarme.

 

Allí donde el amor de si (la autoestima) esta preocupado por nuestra autoconservación el amor propio (narcisismo) esta preocupado por nuestra imagen.

 

La autoestima pertenece al mundo del ser, el narcisismo al del parecer.

 

Parecer, aparentar ser interesante, inteligente, cool, independiente o lo que aquellos en los que queremos reflejarnos consideren oportuno.

 

 

Y ahora que en nuestro mundo civilizado la primera necesidad, es decir, la necesidad de defender nuestra vida, practicamente ha desaparecido, en el que rara vez nos toca luchar por ella, deberiamos estar luchando por nuesta integridad social.

 

Pero esto equivaldría a tener conflictos (con el otro) y nos han dicho que no debemos ser conflictivos así que, para resolver esta antinomia, hemos dado un triple salto mortal y nos hemos concentrado en nuestra imagen.

 

 

Y nos hemos instalado en el mundo de las apariencias.

 

 

Un mundo tiránico pues las exigencias a la apariencia son ilimitadas: más guapos, más sanos, más jovenes, más independientes, más fuertes, más majos, más trabajadores….

 

Y poco a poco, casi sin percatarnos, intentando parecernos a la imagen que queremos (debemos) dar, nos hemos olvidado completamente de que había algo más allá de nuestra imagen.

 

Y donde no hay percepción de uno mismo no puede haber amor de si. Ni autoestima.

 

Por eso antes de dar el paso final y decidir casarnos con nosotros mismos recordemos lo que le ocurrió a Narciso.


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