Te quiero muñeca

 

El cuento de terror de E.T.A. Hoffmann, "Der Sandman" (El hombre de arena) cuenta la historia de Nathanel, un hombre atormentado por traumas del pasado y por sentirse incomprendido.

 

 

Mirando por la ventana descubre a Olimpia, supuesta hija de Spalanzani, profesor de física de Nathanael.

En una fiesta organizada por este para darla a conocer en sociedad, Nathanel termina de sucumbir a los encantos de la chica. Allí donde la mayoría percibe a un ente frio, mecánico e incluso demasiado perfecto Nathanel ve a una chica preciosa con una mirada "extremadamente seductora".

Con la ventaja añadida de que,a diferencia de su vivaz novia Clara, Olimpia esta siempre de acuerdo con él. Nunca le discute sus opiniones, simplemente le escucha con atención y responde indistintamente con un "ach, ach" (aha, aha).

 

Olimpia es sin duda la mujer perfecta y, sin percatarse de que no es humana y haciendo oidos sordos a todas las advertencias, Nathanel se enamora de ella.

 

Pues siente que ella es la única persona que le entiende.

 

Lo que en su época podría parecer un cuento fantástico de terror es hoy la realidad.

 

En Japón ya existe un mercado de hologramas femeninos -de momento es un mercado exclusivamente masculino- que esperan en casa a sus dueños para escuchar atentamente, siempre con una sonrisa y una palabra alentadora en la boca, sus miserias cotidianas.

 

Y no solo en Japón.

 

El negocio de las muñecas funciona cada vez mejor. Cada vez son más perfectas; algunas mueven la cabeza, hacen guiños y hablan. El siguiente paso que se esta planteando es dotarlas de personalidad (la tímida, la sádica, la extravertida...).

 

Según un sondeo del Bayerischen Rundfunk (radio alemana) a 1 de cada 5 alemanes le gustaría tener sexo con una de estas muñecas. Un 6% de la población masculina puede incluso imaginarse enamorandose de una.

Los testimonios de algunos que ya conviven con estas mujeres de silicona coinciden con Nathanel "es la relación más íntima que tuve nunca" dicen o "nunca me había sentido tan comprendido".

 

Y a pesar de esto, los fabricantes siguen empeñados en hacerlas más parecidas a las personas.

 

Quieren que tengan sentimientos y personalidad. Y aunque de momento esto es ciencia ficción, pues la inteligencia artificial todavía no va más allá de operaciones básicas y limitadas al intelecto como categorizar, clasificar o priorizar, los avances tecnológicos, que a diferencia de los éticos, no se detienen nunca, dejan lugar a la posibilidad de que en algún momento el robot de el salto a la conciencia y entonces los primeros sorprendidos seamos los humanos.

 

 

Nos daremos cuenta, tarde como siempre, de que sin sentimientos eran mucho más manejables, manipulables y utilizables. Cuando los robots empiecen a sentir comezarán a discutir, a enfadarse y querer tener razón y a cuestionar nuestra autoridad (y nuestro físico imperfecto).

 

Apelaran a sus derechos y se liaran entre ellos, dejándonos esta vez a nosotros con la boca abierta.

 


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