Depresión o Desencanto

En esa inusual película de Jaime Chavarri que es el Desencanto, un alterado Michi Panero comienza proclamando una verdad incuestionable desde el punto de vista lógico; que no es posible desencantarse cuando uno no ha estado nunca encantado. 

 

Pero como la vida, tampoco la lógica es infalible, y al igual que cuando uno piensa que ya no puede ser peor viene y te demuestra que siempre puede empeorar, que despues de tocar fondo siempre queda escarbar, de vez en cuando constatamos que, por poca fe que tengamos en el mundo y en las personas, siempre es posible desencantarse y que cuando estos desencantos se acumulan es posible incluso quebrarse. Y es que...

 

¿Cuántas veces podemos desencantarnos sin rompernos?

 

La psiquiatría tiene la respuesta: ninguna.

 

Al margen de las vivencias de cuada cual, el que sucumbe y pasa más de dos semanas triste o embotado emocionalmente, sin interés por su entorno, con problemas para conciliar el sueño y comenzando a pensar en el suicidio como liberación es un enfermo.

"La depresión es una enfermedad", anuncia estos días una pancarta gigante al lado de mi consulta en Berlin Neukoelln.

 

El mensaje; el individuo -y no el mundo- está enfermo y es por tanto al individuo al que le toca aceptar su patología y acudir al médico a que le devuelva su cordura. La cordura viene en forma de pastilla que anestesiándolo emocionalmente confirmará que su cerebro era incapaz de hacerlo por su cuenta.

 

De manera lapidaria la psiquiatría da así por finalizada la historia milenaria de eso que los antigüos llamaban melancolia. En la época de Aristóteles al meláncolico al menos podía quedarle el consuelo de su genialidad.

 

Despojado de toda épica hoy el depresivo es tan solo un enfermo.

 

Por otra parte, redefiniendo la depresión en enfermedad se separan convenientemente los síntomas arriba mencionados de posibles causas reales que, de ser analizadas, podrían arrojar preguntas incómodas como por ejemplo, si las medidas sin alternativa de este último año han resuelto o generado más problemas.

 

En todo caso la proliferación de depresiones confronta a la sociedad con una cuestión cada vez más difícil de eludir;

 

 ¿quién esta enfermando el individuo o la sociedad?

 

O como decía Primo Leví, ¿qué es un hombre, si su única posibilidad de ser considerado sano es no reaccionar a las multiples decepciones de la vida en general y de este año en particular?

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