La erradicación del amor

Qué es peor, morir de hambre y frio en el bosque, ser devorado por un animal más grande o fingir hemorragias nasales , se pregunta un personaje de la película "The Lobster", del director griego Yorgos Lanthimos.

 

Y es que si la muerte es la única alternativa, cualquier sacrificio es poco.

 

La historia de la humanidad puede verse como una lucha sin fin del hombre consigo mismo en un intento desesperado por domesticar sus amenazantes pasiones a través de la razón.

Este enfrentamiento entre pulsiones seculares y sacrales subyace también a la mayoría de los conflictos sociales e históricos. Es la eterna lucha de la razón contra la fe, que tanta sangre ha derramado y que a través de los siglos ha ido mutando de rostro pero no de esencia; una se convierte constantemente en la otra y la otra en la una: hoy la ciencia reclama para si una fe incondicional.

 

Una de las formas preferidas de domesticar las pasiones ha sido institucionalizarlas.

 Y de la institucionalización del amor trata "La langosta".

 

Las películas de Lanthimos suelen describirse como surrealistas, distópicas, fantásticas o ficticias. Pero no nos engañemos más; estamos ante un cine hiperrealista. A través de sus lacónicos personajes Lanthimos nos muestra diferentes facetas del mundo en el que estamos viviendo. Nuestra tendencia  a considerarlo ficción se debe a nuestra casi innata incapacidad de reconocer el horror cuando estamos viviéndolo, es decir, se trata de uno de nuestros muchos mecanismos de defensa. A esto se añade nuestra dificultad para abstraernos de los detalles, detectar patrones y de reconocer analogías.  Se nos ha enseñado desde pequeños a pensar de una forma lineal, literal, unívoca, lógica y racional.

La langosta nos muestra un universo asfixiante donde las personas se expresan de un modo mecánico y politicamente correcto, donde las emociones parecen haber sido erradicadas y lo poco que queda de ellas son arrebatos de violencia incontrolados. La pasión, la alegría, la espontaneidad y la levedad no existen.Todo esta regulado y bajo control. 

Hasta el amor. Algún Big Data parece haber llegado a la conclusión de que para la estabilidad de la sociedad (ellos dirán; para la felicidad de las personas) todos deben estar emparejados. Por su propio bien se presiona a las personas para que encuentren a su media naranja en un tiempo determinado. Si no lo consiguen dejarán automáticamente de ser personas (en la película literalmente). 

En un mundo donde la espontaneidad, la casualidad, el riesgo no existen, donde la subjetividad y el conflicto han sido sustituidos por lo politicamente correcto, los criterios de emparejamiento son por supuesto lógicos y racionales; algorificables. Dos personas que tengan afinidades similares deberán necesariamente encontrarse atractivas.

Y si no deben fingirlo.

 

Otra de las características de las películas de Lanthimos es la farsa; la necesidad de mentir y ocultar cualquier sentimiento subjetivo para adaptarse al mundo. Los personajes están aterrorizados y es que, como dice uno de ellos...¿hay algo peor que la muerte?

Con un poco de imaginación (muy poco) podríamos ver en "The Lobster" una analogía con respecto a nuestra forma actual, cada vez más ineludible, de buscar el amor. Tinder y co. Antes de la pandemia las aplicaciones eran una opción más, ahora, para muchos, es la única.

Con el resultado de que estamos en una situación muy similar a la que Lanthimos describe en la película. Sobre todo en grandes y hostiles ciudades como Berlín. La búsqueda del amor, incluso la búsqueda de la amistad o la vida social, se convierte en un trabajo que genera presión (la que nosotros nos metemos y la que nos meten las aplicaciones que se promocionan con esloganes como ese de que  "cada 11 minutos se enamora un singel"), desencuentros, decepciones, aburrimiento y que rara vez da buen resultado. 

 

Y es que el amor pasional, el enamoramiento, esa pasión de las pasiones, que nos hace obsesionarnos con una persona a la que en una foto quizás no hubiesemos prestado atención, es algo que sucede y no se puede provocar. Sucede cuando confluyen una serie de factores, tan individuales e intransferibles que los algoritmos y las aplicaciones no solo no son capaces de generar, sino que en la mayoría de los casos eliminan a priori, al intentar generalizarlos.

Enamorarse es un proceso espontaneo que precisa lentitud y cierto azar, que se nutre de emociones y estados ambiguos como la irritación o la fascinación, que rara vez puede provocar una imagen. No es la parte lógica del cerebro la que se enamora. Es el cuerpo el que decide. Pero los cuerpos que vemos en "The Lobster" estan encorsetados, obligados a vivir en un mundo correcto, lógico y digital.

 

Y en un mundo donde todo es supervivencia, no hay lugar para el amor.


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