Huir de uno mismo

El viaje más conocido es el de Ulises en la Odisea y la primera guía de viaje, de Pausanias, tambien se remonta a esa época. Parece ser que fue concebida desde la intuición de que una civilización, la griega, estaba a punto de ser sustituida. Esta primera guia de viaje puede leerse como un recuento de esculturas y edificios emblemáticos y bellos, muchos de los cuales iban a ser destruidos poco después por los conquistadores romanos. 

Fue mucho más tarde, en la época de la ilustración y el romanticismo cuando los románticos, desencantados con el resultado de la revolución francesa, cuyas promesas de emancipación se demostraron fradulentas y viendo que en esa nueva forma de vida, secularizada e industrializada, perdiamos algo esencial y necesario, popularizaron la idea del viaje como búsqueda de la felicidad.

 

"Allí donde Tu no estás, allí está la Felicidad"

decía un poema de Georg Philipp Schmidt al que Schubert puso música y cuyo título, "El viajero o el extraño o el infeliz" sintetiza una verdad conocida desde hace siglos: que es imposible encontrar la felicidad perdida (si no estuviera perdida la búsqueda sería superflua) en otro lugar, pues allí donde vayamos arrastraremos con nosotros a ese viajero infeliz que somos nosotros mismos. 

 

Tectum fugis; es imposible huir de sí, y mejor haríamos, decía Séneca, cambiando nuestros puntos de vista que errando de un lado a otro. Hay un tipo de melancolía en la cual la persona es incapaz de permanecer quieta en un mismo lugar. Hoy hablamos de ansiedad o desasosiego como síntomas de la melancolía. El melancólico que proyecta la felicidad en otro lugar, utiliza la geografía como alibi para evitar enfrentarse a sí mismo y encontrará en cada lugar al que se desplace motivos para justificar su infelicidad y sus viajes....

Dicho esto, aclarar que lo contrario no es cierto: quedarse quieto, permanecer en el mismo lugar, no es garantía de felicidad. Ni de valentia. Se puede huir de uno mismo a través de la filosofía, encontrando en ella postulados tranquilizadores...que tampoco terminan de tranquilizar. Kant, que nunca viajó, ni vio la necesidad de hacerlo, intentaba consolarse con su filosofía pero sufrió su vida hasta el punto de llegar a afirmar que por nada del mundo quisiera volver a vivirla. Estar dispuesto a revivir eternamente la propia vida era para Nietzsche (un antikantiano) la mejor prueba de que llevamos una buena vida.

 

Hay infinitas formas de huir de la confrontación con uno mismo y la huida geográfica es tan solo una de ellas. Tan frecuente o más es la proyección de la felicidad perdida en un punto del pasado; el temible " y si"....si hubiera tomado en aquel momento aquella decisión, si no hubiera hecho esto o aquello, si hubiera....Tambien aquí el pasado funciona como alibi.

Otras formas son cambiar de identidad, ya sea escapando de nuestra vida, como el protagonista de la novela de Pirandello, "El difunto Matias Pascal" o multiplicándonos para dividirnos en diversos personajes, como Pessoa. Dormir, drogarnos, comprar compulsivamente o matarnos a trabajar como los japoneses. 

 

Todo formas de escapar a la única manera que podría, después de un viaje interior o exterior transformador, reconciliarnos con nuestra existencia, que es quizás lo más alto a lo que podemos aspirar en cuestión de felicidad.

 


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